SABADO 9 AGOSTO 2025
La eliminación de legisladores plurinominales en México plantea un debate crucial sobre representación democrática, gasto público y legitimidad institucional. Esta reforma busca depurar el Congreso y fortalecer el vínculo entre ciudadanía y poder legislativo.
POR JACK RO
La propuesta de eliminar los legisladores plurinominales en México ha sido impulsada principalmente por la presidenta Claudia Sheinbaum, como parte de una reforma electoral integral que busca reducir el gasto público en partidos políticos y modificar la forma de representación en el Congreso-
Claudia Sheinbaum: Ha declarado públicamente que está en contra de las listas de plurinominales, argumentando que los legisladores deben ganarse el voto en territorio y no ser designados por partidos. Su propuesta incluye eliminar estas listas y sustituirlas por un modelo de “primera minoría”.
Hoy, el debate sobre su eliminación no es una ocurrencia aislada, sino una exigencia democrática. México necesita un Congreso más eficiente, transparente y representativo. La permanencia de legisladores que no fueron elegidos directamente por el pueblo, y cuyo desempeño es a menudo cuestionable, plantea serias dudas sobre la legitimidad del sistema.
Partido Morena: Aunque algunos líderes dentro de Morena, como Ricardo Monreal, han expresado reservas sobre eliminar la representación proporcional, el partido en general respalda la intención de la presidenta y participa en el diseño de la reforma.
Con la participación de la ciudadanía: La propuesta incluye una encuesta nacional para conocer la opinión ciudadana sobre los plurinominales, el financiamiento a partidos y el costo de las elecciones. Según Sheinbaum, encuestas previas muestran que la mayoría de los ciudadanos está en contra de los plurinominales y del gasto excesivo en política
Con la eliminación de los plurinominales, se retiraría del escenario político un sector que ha sido percibido por amplios sectores de la ciudadanía como innecesario y costoso. El pueblo mexicano expresa un creciente hartazgo ante figuras que, lejos de representar intereses legítimos, parecen carecer de una función clara dentro del sistema democrático. Su permanencia en el aparato legislativo plantea interrogantes sobre su utilidad real y sobre la razón de su existencia en la estructura política del país.
¿Por qué eliminar los plurinominales?
La representación plurinominal en México ha sido, desde su origen, una figura diseñada para garantizar la pluralidad política y evitar la sobrerrepresentación de las mayorías. Sin embargo, en la práctica, este mecanismo ha derivado en una distorsión del principio democrático de representación ciudadana.
Hoy, muchos mexicanos se preguntan qué función cumplen realmente los diputados y senadores plurinominales. No fueron elegidos directamente por el voto popular, y en numerosos casos, su desempeño legislativo ha sido opaco, irrelevante o francamente cuestionable. Lejos de representar voces ciudadanas, parecen responder a intereses partidistas, cuotas internas o arreglos cupulares que poco tienen que ver con las necesidades del país.
En su momento, los plurinominales fueron una herramienta clave para democratizar el país. Permitieron que partidos de oposición y sectores sociales marginados tuvieran acceso al Congreso. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta figura ha sido objeto de creciente controversia.
Muchos ciudadanos perciben que los plurinominales ya no cumplen su función original y se han convertido en un mecanismo para colocar allegados, operadores políticos o figuras sin respaldo popular.
La eliminación de los plurinominales no solo implicaría un ahorro económico significativo, sino también un acto de depuración institucional. Sería extirpar del Congreso a personajes que, en muchos casos, han vivido del erario sin aportar propuestas sustantivas ni rendir cuentas a nadie. El hartazgo ciudadano ante estos perfiles es legítimo: México necesita legisladores que representen al pueblo, no a los aparatos partidistas.
Eliminar los plurinominales implicaría no solo un ahorro económico, sino también una depuración institucional. Sería un paso hacia la consolidación de una democracia más auténtica, donde cada curul sea ocupado por alguien que haya sido elegido por el voto directo de los ciudadanos.
Replantear el sistema de representación no es un capricho, es una exigencia democrática. Si queremos un Congreso más eficiente, más transparente y verdaderamente representativo, debemos abrir el debate sobre la pertinencia de mantener figuras que, hoy por hoy, parecen haber perdido toda razón de ser.
¿Por qué eliminar los plurinominales?
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece esta figura en el Artículo 52, que indica que la Cámara de Diputados se compone de 300 diputados electos por mayoría relativa y 200 por representación proporcional.
El Artículo 56 regula la composición del Senado, incluyendo senadores plurinominales desde la reforma de 1996. La representación plurinominal en México fue concebida como un mecanismo para garantizar la pluralidad política y evitar la sobrerrepresentación de las mayorías.
Su fundamento jurídico se encuentra en el Artículo 52 de la Constitución, que establece que la Cámara de Diputados se integra por 300 diputados electos por mayoría relativa y 200 por representación proporcional. Asimismo, el Artículo 56 regula la composición del Senado, incluyendo senadores electos por representación proporcional.
En teoría, este sistema busca equilibrar la representación de fuerzas políticas minoritarias. En la práctica, sin embargo, ha derivado en una distorsión del principio democrático de representación ciudadana. Muchos mexicanos se preguntan qué función cumplen realmente los legisladores plurinominales, quienes no fueron elegidos directamente por el voto popular. En numerosos casos, su desempeño ha sido opaco, irrelevante o francamente cuestionable.
Lejos de representar voces ciudadanas, los plurinominales suelen responder a intereses partidistas, cuotas internas o arreglos cupulares que poco tienen que ver con las necesidades del país. La ciudadanía ha expresado un creciente hartazgo ante figuras que, en muchos casos, han vivido del erario sin aportar propuestas sustantivas ni rendir cuentas a nadie.
Eliminar la figura plurinominal implicaría no solo un ahorro económico significativo, sino también un acto de depuración institucional. Sería extirpar del Congreso a personajes que han perdido toda legitimidad democrática. México necesita legisladores que representen al pueblo, no a los aparatos partidistas.
Replantear el sistema de representación no es un capricho, es una exigencia democrática. Si queremos un Congreso más eficiente, más transparente y verdaderamente representativo, debemos abrir el debate sobre la pertinencia de mantener figuras que, hoy por hoy, parecen haber perdido toda razón de ser.
¿Por qué eliminar los plurinominales?
La representación plurinominal en México tiene raíces profundas en la historia política del país. Su origen se remonta a la Reforma Política de 1977, impulsada por el presidente José López Portillo y diseñada por el entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles. Esta reforma fue una respuesta al dominio absoluto del PRI en el Congreso, que dejaba sin representación a las fuerzas políticas minoritarias.
Antes de esta reforma, el sistema electoral mexicano se basaba exclusivamente en la mayoría relativa, lo que permitía que un partido ganara todos los escaños con apenas una mayoría simple. Para corregir esta sobrerrepresentación y abrir el sistema político a la pluralidad ideológica, se creó la figura de los diputados de representación proporcional, conocidos como plurinominales.
El sistema plurinominal fue introducido en México como parte de una estrategia para abrir el sistema político a la pluralidad y evitar la hegemonía de un solo partido. Su origen en la Reforma Política de 1977 marcó un hito en la transición democrática del país, permitiendo que partidos minoritarios accedieran al Congreso sin necesidad de ganar distritos por mayoría relativa.
Con el paso de las décadas, este mecanismo ha evolucionado, pero también ha sido objeto de críticas.
Hoy en día, los diputados y senadores plurinominales son designados por los partidos políticos a través de listas cerradas, lo que significa que no son elegidos directamente por el voto ciudadano. Esto ha generado una percepción de que muchos de ellos carecen de legitimidad democrática y operan más como representantes de intereses partidistas que como defensores del interés público.
La principal crítica al sistema plurinominal radica en su débil vínculo con la ciudadanía. Al no ser electos por voto directo, los legisladores plurinominales no enfrentan el escrutinio electoral ni la rendición de cuentas ante sus electores. Esto ha permitido que partidos políticos coloquen en estas listas a personajes sin trayectoria legislativa, sin compromiso social, o incluso con antecedentes cuestionables.
Además, el sistema ha sido utilizado como una vía para recompensar lealtades internas, proteger figuras impopulares o garantizar espacios a operadores políticos que no podrían ganar una elección directa. En muchos casos, esto ha derivado en un Congreso sobredimensionado, costoso y con legisladores que no aportan propuestas sustantivas ni representan una voz ciudadana legítima.
Como sociedad, también debemos hacer una autocrítica. Durante años, hemos permitido que los partidos políticos operen con poca transparencia en la conformación de sus listas plurinominales. No hemos exigido mecanismos más democráticos dentro de los partidos ni hemos fiscalizado el desempeño de estos legisladores con el mismo rigor que a los electos por mayoría.
Además, muchas veces el debate público se ha centrado en descalificaciones generales, sin proponer alternativas viables o reformas estructurales. Si queremos un sistema más representativo, debemos participar activamente en el diseño de soluciones, exigir rendición de cuentas y fortalecer la cultura democrática desde abajo.
La figura del legislador plurinominal fue, en su momento, una herramienta valiosa para abrir el sistema político mexicano. Pero hoy, ante una ciudadanía más informada y exigente, se requiere una revisión profunda de su pertinencia. No se trata de eliminar por eliminar, sino de replantear el modelo de representación para que responda a los principios de legitimidad, eficiencia y rendición de cuentas.
México necesita un Congreso que represente al pueblo, no a los aparatos partidistas. La discusión sobre los plurinominales debe darse con seriedad, con argumentos y con visión de futuro. Reformar no es destruir: es construir una democracia más sólida, más cercana y más justa.
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