Por: Luis Carlos Carrasco Martel.
Nunca antes un slogan propagandístico había impactado con tal contundencia que sentenciara con tanta exactitud lo que sucedió en esta pasada jornada electoral, donde no solo Andrés Manuel López Obrador se alzó con una victoria arrasadora hacia la Presidencia de la República, Detrás de AMLO estuvo un experto grupo de operadores políticos aglutinados con un fin.
Morena, un partido político cuya coalición les permitió este 1 de julio impulsar el proyecto visionario de nación “Obradorista” que pegó como látigo en cada rincón del país desapareciendo de la faz de la tierra las ideologías de un bipartidismo tradicional. No conforme fulminó las candidaturas independientes a quienes les auguraban una mayor suerte en la contienda. Tristemente para ellos las cosas, no fueron como las planearon.
En el estado de Chihuahua, tomado como ejemplo, las diputaciones locales y federales fueron en su mayoría para el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), no se diga las senadurías, por cierto una de ellas para el compadre incómodo del gobernador panista Javier Corral Jurado; su ahora virtual enemigo político Cruz Pérez Cuellar, quien después de deambular de partido en partido por fin Morena le da el mayor de los cobijos, necesario, pero a la vez fundamental para de esta forma lograr el triunfo al igual que la académica Bertha Caraveo. Una tercera senaduría posiblemente quede para el descendiente de Francisco I. Madero, me refiero a Gustavo Madero.
Después de este sangriento proceso electoral donde perdieron la vida más de un centenar de candidatos, situación gravísima, el sistema de partidos hoy está más vigente que nunca gracias a Morena. Logró la reivindicación de unos y la desaparición de otros. Por fortuna fallaron quienes auguraban su desarticulación, idea pretenciosa de quienes por algún motivo buscaban afanosamente dar paso a un sistema de candidaturas independientes. Realmente solo mostraron lo incipiente de sus estructuras para gobernar.
El ejemplo claro es Ciudad Juárez, con Armando Cabada Alvídrez, se presumía que ganaría con un muy amplio margen la elección del 1 de julio. El independiente obtuvo una derrota frente al ex priísta y ahora candidato de Morena Javier González Mocken, quien le lleva según el órgano electoral una ventaja de casi 5 mil votos. Si queda así la votación, ni Calibre 50 podrá salvarlo a él y a su camada de incondicionales que estupefactos, no dan crédito a lo sucedido en la jornada electoral del pasado domingo.
No es simplemente el efecto Morena, la derrota es consecuencia de un hartazgo social, la opinión pública termina por derrumbar aquellas imágenes de redentor. Cabada, con tan poco tiempo en el poder, terminó por desilusionar al pueblo que creyó fervientemente en su proyecto, ciertamente sin demeritar el fenómeno Obrador que termina por impactar en los resultados que dan un amplio margen que garantiza el triunfo a Javier González Mocken.
No hay duda, las denuncias públicas en contra de Armando Cabada por actos de corrupción y demás, en las que se vio envuelto en las últimas semanas previas al proceso electoral hicieron “mella” en el electorado y por consiguiente en el resultado adverso para él y sus fieles correligionarios.
De continuar así los resultados Cabada tendrá que pensar seriamente que la política, no es su fuerte y retirarse con dignidad reconociendo el triunfo de su antiguo amigo con el cual fraguó en una noche de invierno donde compartieron el pavo y los tequilas, al lado de Víctor Valencia de los Santos y de González Nicolás, la misma candidatura independiente y el detesto por la figura de Héctor “Teto” Murguía. Decía Hobbes, “En política, los amigos se hacen enemigos y los enemigos amigos”.
Ojala y a González Mocken no le tiemble la mano a la hora de exigir cuentas; el haber vencido el abstencionismo, tiene un sentido social. Ojalá y entiendan quienes conduzcan el nuevo rumbo del país que no se puede transgredir la voluntad popular.
En el ejercicio democrático hay ganadores y perdedores, Armando Cabada es el claro ejemplo de lo que un político nunca debe hacer, confiarse, no hay duda de que lo traicionaron. Tiempo atrás se le veía con la seguridad de un personaje que solo sabe de triunfos, hoy se le ve con el rostro desencajado, su sonrisa desdibujada como presagio de que algo no anda bien, pagó caro su inexperiencia política, pagó caro por encuestas engañosas, pagó caro relacionarse con seudolíderes que supuestamente dominaban estructuras territoriales, pero aún más, con su soberbia pagó caro desestimar el valor del voto ciudadano.
Después de este histórico proceso electoral, como dicen, hay que darle vuelta a la página, tratando de recomponer un país y una frontera sumida en la peor crisis de violencia, corrupción e impunidad de que se tenga conocimiento.
TIMING POLÍTICO.

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