Por: Jesús Ávila Ventura.
Una frase reza así: “No temo al enemigo que me ataca, sino al falso amigo que me abraza”; y así es. Dicen que el peor enemigo es el que finge ser tu amigo.
Es fácil detectar las intenciones de una persona que no es afín a tu religión, a tu ideología política, a tu equipo de futbol, o simplemente no pertenece a tu familia o círculo cercano de amistades.
A esas personas no les interesa quedar bien contigo, no procuran agradarte y si en cambio, en un momento determinado, buscan dañarte o emprender acciones en tu contra cuando los invade la ira o la envidia y por ello lo hacen abiertamente. Hasta ahí todo va “bien”. Sabes perfectamente que es lo natural y por lo tanto estás preparado para defenderte y responder en consecuencia.
Pero, ¿Qué hacer cuando ese ataque o traición viene de un amigo? ¿Por qué esperar algún tipo de daño de tu correligionario si has compartido ideas e incluso lo has apoyado? Son preguntas que parecen no tener sentido, salvo que entres al terreno de la ingratitud, la traición o del “canibalismo”.
El canibalismo es la práctica de alimentarse de miembros de la propia especie. Usualmente, se suele emplear el término para referirse al acto en el que un ser humano come a otro ser humano.
Si entramos al campo partidista, esta ingratitud cobra un tinte de “canibalismo político”, lo cual puede ilustrarse cuando dos personas que comparten las mismas siglas de partido y doctrina llegan atacarse entre sí por algunas diferencias internas.
Diferir entre iguales nada tiene de raro o de reprobable, así como hacerle ver a tu compañero que está equivocado, o no apoyarlo en determinadas acciones, ya que el fin primordial y esas coincidencias de grupo las siguen manteniendo firmes.
Pero cuando una de las partes no es capaz de entender que la riqueza de un partido, así como de la sociedad en general, se encuentra en la pluralidad de ideas, de gente, razas, preferencias sexuales y opiniones; cuando no sabe o no quiere respetar la divergencia interna, o poseen una mentalidad enana y por ello emprenden una lucha encarnizada contra su propio correligionario, entonces es cuando aparece ese “canibalismo político”.
Esos actos “antropofágicos” son muy comunes en todos los partidos políticos, mismos que han mermado sus filas y han debilitado sus estructuras territoriales, y con ello, provocado derrotas electorales ya que sus integrantes se encuentran muy dañados por los ataques y bloqueos de parte de los que se suponen son sus correligionarios.
Estas vendettas se pueden apreciar cuando se presentan las elecciones internas del partido y se enfrentan dos o más aspirantes a dirigir el instituto político o está en juego una precandidatura y cada quien se aboca a apoyar al candidato de su predilección. El problema radica cuando el aspirante ganador y su grupo toman represalias contra la gente de los candidatos derrotados por el solo hecho de no haberlo apoyado.
Por desgracia, esta es una práctica común en todos los partidos, sobre todo, en aquellos que ya han probado las mieles del poder; en aquellos políticos que ya han envejecido sentados en una curul o despacho de gobierno; esos que ya no saben vivir de otra manera y se rehúsan a soltar “el hueso”. Por eso para ellos es una gran afrenta que no los hayas apoyado.
La madurez política que se supone deben de poseer esos entes que desempeñan papeles de liderazgo en la sociedad, parecen sucumbir ante los intereses mezquinos y afán de obtener un poder total y perpetuarse en él.
Atrás dejan los bellos postulados doctrinarios de sus partidos. La «Democracia y Justicia Social», del Partido Revolucionario Institucional; la “Patria Ordenada y Generosa y una vida más digna para todos”, del Partido Acción Nacional; la «Democracia ya, Patria para todos», del Partido de la Revolución Democrática; Así como la “Esperanza de México”, lema del Movimiento Regeneración Nacional.
Todo ello sucumbe a los intereses de, ya no digamos de los partidos, sino de esas guerrillas internas que son más sangrientas que las llevadas a cabo contra sus contrincantes externos; con ellos se dicen hasta de que se van a morir, pero con sus correligionarios no va palabra alguna de por medio, el poder lo dejan sentir, lo bloquean, lo sacan del camino.
Ejemplos entre los actuales actores políticos hay muchos, pero no tiene caso mencionarlos, ellos saben de sus acciones facciosas y no van a cambiar. Prefieren ser amantes de la máxima de Nicolás Maquiavelo “El fin justifica los medios”.
Pero la sociedad ya no es la misma de las décadas pasadas, por ello sus padrones internos están siendo mermados porque el ciudadano ya está buscando nuevas opciones, como las candidaturas independientes; y mientras eso pasa, en las catacumbas partidistas se siguen peleando esas guerrillas internas.
Así es como el canibalismo político se deja ver…. así es como se duerme con el enemigo.
TIMING POLÍTICO.
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