VIERNES 25 OCTUBRE 2024
Me jacto de tener muy templado el sentido del olfato en tratándose de percepción política.
Es un ‘sentido’ poco apreciado por quienes pretenden el poder.
Se habla mucho de la «visión política’ pero poco, del ‘olfato político’.
Para afinar este sentido, es necesario poder clasificar y ordenar mentalmente los tipos de emanaciones que se pueden percibir.
Es poder definir el grado de intensidad de los efluvios para advertir y considerar el movimiento del animal a observar.
Yo los clasificaría en dos grandes rubros:
AROMAS Y OLORES
Entre los aromas, hay fragancias, esencias, perfumes.
Entre los olores: tufarada, pestilencia, fetidez, hediondez, miasma.
Cada movimiento que hace un personaje político, un organismo, un partido, un gobierno, emana una emisión de partículas aromáticas u olorosas, según sea el caso.
Y produce una percepción, agradable o desagradable con la cual nos quedamos los que la percibimos.
Es un imperceptible acto reflejo, como cuando aspiramos las feromonas y exaltamos la pasión erótica.
Hay un tema básico en materia político que se debe procurar.
LA CONFIANZA
Por contra, se debe evitar… LA DESCONFIANZA.
La confianza produce un aroma, una fragancia.
La desconfianza, un olor, una pestilencia.
La desconfianza surge cuando creemos que nuestras expectativas no serán cumplidas o cuando hemos tenido experiencias negativas en el pasado.
La desconfianza puede ser protectora, evitando que nos pongamos en situaciones de riesgo, pero también puede ser un obstáculo en nuestras relaciones personales y profesionales si es excesiva.
Si actuamos atendiendo al espectro de los aromas, produciremos la percepción deseada.
Es más fácil persuadir al electorado con agradables aromas políticos, que con incómodos olores fétidos.
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