Timing Político

La política tiene su propio Timing

“Fue el Estado”

Por: Iván González.

 

A menudo pasan tragedias terribles en nuestro país, los feminicidios, la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa, masacres espantosas como la de Tlatlaya, asesinatos de periodistas aquí y allá, en fin, la lista de afrentas sería interminable. Muchas veces se escucha a lo lejos y otras veces muy de cerca, que el culpable de todo lo anterior “es el Estado”.

Hoy caigo en cuenta que quizá lo hemos repetido tanto y de tantas maneras, que muy seguramente hemos extraviado el valor filosófico e histórico que tiene tan profunda afirmación: “¡fue el Estado!”. Muy probablemente al llevarse al plano cotidiano, el enunciado pierde la fuerza que tiene de inicio; otra posibilidad radica seguramente en el error común de confundir “Estado-Nación” con “Gobierno en turno”. Algo similar ocurre cuando se confunde la gimnasia con la magnesia.

Hace no mucho tiempo, una amiga profesionista, me pidió que como historiador le orientase para ejercer su derecho al voto en las próximas elecciones federales. Su duda era: “¿por qué motivos hay que votar por uno u otro candidato a la presidencia?”

Mi respuesta fue plantearle otra pregunta. Quizá, justo en estos momentos en los que estamos por entrar a un proceso electoral de alcance federal, valga más la pena reflexionar y preguntarnos ¿En verdad sirve la forma de gobierno en la que nos tocó vivir?, es decir, ¿es el Estado-Nación la vía de gobernanza en la que podemos garantizarnos mejores condiciones de vida para nosotros y nuestros hijos?

Cada cierto tiempo, las instituciones educativas de nivel superior y los institutos electorales, a nivel estatal o federal, realizan estudios en conjunto para explicar el abstencionismo, intentando resolver esa apatía que tienen los ciudadanos y ciudadanas, por participar en las elecciones. Como resultado de sus análisis, cada temporada electoral, estamos expuestos a publicidad de los partidos y, por supuesto anuncios, muchos anuncios, del organismo operador electoral, que nos recuerda su supuesta vocación ciudadana, además de insistir en la promoción del voto; su objetivo es dibujar una imagen romántica de la democracia.

No obstante lo anterior, el nivel de abstencionismo en México es cada vez mayor, solamente en las pasadas elecciones federales de 2015, la participación ciudadana a nivel nacional, alcanzó apenas el 47.72%, de acuerdo con cifras oficiales del Instituto Nacional Electoral (INE). Ese mismo año, el presupuesto destinado a partidos y de gasto operativo a nivel nacional, alcanzó los 18 mil 572 millones 422 mil 236 pesos.

Vivimos en un país que no garantiza una vida próspera y en paz, a diario somos testigos de una violencia generalizada, de extorsiones, robos y secuestros. El Estado-Nación Mexicano es inútil en el combate al delito, la educación no es precisamente su fuerte, existe poco apoyo a la generación de una industria propia, las condiciones de vida en muchas de las regiones de México son paupérrimas. No obstante, habría que reconocerle algo a esta forma de gobernanza: su capacidad de recaudación de tributos.

Pagamos impuestos por todo. Ese dinero no se regresa ni porcentualmente a quien lo paga, tampoco se invierte en la misma región de donde salió, lo sabemos con conocimiento de causa quienes transitamos en esta ciudad, con unas calles que dan pena, con un transporte público de vergüenza, con poca o nula seguridad. Por eso decimos confiadamente cuando ocurren delitos graves: “fue el Estado”. En época electoral está dinámica se hace más evidente. Quienes no votan, saben de manera intrínseca que las elecciones no cambiarán nada, “para que molestarse” dirán muchos.

No es tarde para darnos cuenta que la respuesta para cambiar nuestra forma de gobernanza, no está en elegir tal o cual partido político, mucho menos en uno u otro candidato. Exijamos desde ya, mejores condiciones de interacción entre gobierno y gobernados, apostemos por una zona autónoma, que garantice el desarrollo de nuestras familias, estudiantes, empresas e industrias, sin importar las siglas o el color de los candidatos.

 

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