“Cuando buscamos procesar a los padres por venir ilegalmente, debemos separar a los niños.”
Donald Trump.
Por: Carlos Iván González.
La migración es un fenómeno de carácter social y cultural, reconocido por la Unesco como parte de los derechos culturales de las personas desde 2016 (Unesco, 2016). El reconocimiento por parte del organismo internacional de este principio legal, ocurre justamente durante la presidencia del controvertido presidente norteamericano Donald Trump. Nada en este mundo es casualidad.
La historia de crueldad y abuso en la frontera entre nuestro país y los Estados Unidos de América no es reciente y es probable que obedezca a una tendencia de aplicación de terror no solo físico, sino también emocional sobre las personas migrantes. Reflexionemos un poco al respecto.
Desde principios del siglo XX el gobierno norteamericano determinó que la defensa del territorio no era suficiente para sustentar su soberanía nacional. A partir de 1917 el control político del cuerpo de los extraños, los ajenos y los extranjeros no deseados, se convertiría en pieza clave para la defensa de sus intereses soberanos.
En ese mismo año, en la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso, se gestó el principal laboratorio de control biopolítico por cuestiones raciales más impresionante del mundo hasta ese momento.
En el puente internacional Santa Fe que une y divide a ambas comunidades fronterizas se estableció un punto de control sanitario, que exigía el lavado del cuerpo y cabello de las y los mexicanos que cruzaban diariamente la frontera. Dicha acción se realizaba en grupo, aplicándoles una mezcla de keroseno y otras sustancias tóxicas.
En aquel tiempo el procedimiento de cruce exigía además entregar ropa y zapatos para ser desinfectados en secadoras de tamaño industrial, una vez cumplido el requisito, sus ropas les eran devueltas, aunque algunas veces los zapatos eran regresados a sus dueños con la suela chamuscada (Dorado Romo, 2005).
Esta estructura sanitaria no buscaba solamente la protección de la salud pública, desde luego se intentaba desmoralizar a la clase migrante y por supuesto atentar contra su dignidad, el objetivo final era crear en ellos sentimientos de inseguridad y zozobra.
Hoy en día se siguen aplicando las mismas técnicas, aunque el control político del cuerpo ha mudado sus métodos, ahora concentra sus tácticas en el terror emocional que se aplica diariamente a los niños migrantes separados de sus padres al ingresar a territorio norteamericano.
La separación de familias es una práctica inhumana y representa una clara “violación a los derechos humanos, que pone en situación de vulnerabilidad a los niños” como lo señaló el canciller mexicano Luis Videgaray (El Universal, 2018).
Como esta declaración hay muchas otras, la presión internacional ha tenido eco en la prensa y provocado reacciones en contra de esta práctica por parte de artistas de la talla de Bono, Oprah Winfrey y Luis Fonsi. La condena a la administración del presidente norteamericano ha incluido a empresas como Caterpillar, Jhonson & Jhonson, Walmart y General Motors (CBS, 2018).
Ha sido tal la presión, que recientemente Trump ha tenido que emitir una orden ejecutiva, aunque ilegal para evitar que se siga separando a las familias, aunque es probable que no se aplique prontamente.
La precariedad, la falta de trabajo y la violencia generalizada han empujado a comunidades enteras a abandonar sus lugares de origen en búsqueda de un anhelado bienestar. El primer mundo les ha dado la bienvenida con el terror de separarles de sus hijos e hijas.
A lo largo de la historia el gobierno norteamericano ha aplicado sobre la población migrante indeseada técnicas de disuasión moral que atentan contra la dignidad humana, lo ha hecho durante más de cien años ¿Qué impide que hoy en día lo haga con niños pequeños?
TIMING POLÍTICO.
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