Timing Político

La política tiene su propio Timing

Por: Raúl Ruiz

Esta palabra no existe.

Pero algunos inexistentes pensadores, la utilizan para definir un estado anímico que lleva al sujeto a caer en la nostalgia por cosas que nunca existieron.

De hecho, es tan fuerte la sensación de añoranza por ese momento nunca ocurrido, que la morriña, desata una terrible ansiedad que puede arrastrar al paciente a estados mentales de profunda depresión.

La nientitud, es terrible.

Porque el sujeto que la sufre, ni siquiera distingue el porqué de su tristeza.

Sufre por algo totalmente imaginario.

Incluso, puede pisar los terrenos de lo ficticio, y ni siquiera ahí podría encontrar el motivo de su melancolía.

Vivir entre lo ilusorio y lo concreto es terrible. Nunca sabes que es lo verdadero.

Me preocupan amigos atrapados en la nientitud. Cuyo pretexto para caer en estas natas, es el covid. Unos se encierran a cien candados. Otros viajan a Madrid.

Las variantes que han aparecido, los contraen.

Primero, caen en la hipocondría, suponen que ya traen el contagio y es cuestión de tiempo que sucumbirán.

Este texto me servirá como punto de arranque para discurrir una suerte de psicoanálisis que pueda servir de refugio, a los nientitúdicos que imaginan sufrimientos fantásticos.

Busquen pretextos para salir de su congoja. Denle sentido a su zozobra. Veamos.

Afuera.

A mi puerta maúlla una insistente gata que quiere ser adoptada. Tiene dueño, no es callejera. Tiene su casa enfrente, cruza la calle para venir a joder al menos tres veces al día.

Al principio pensaba que era por hambre su maullido. Pero, como no se llena con nada, pienso que trata de comunicar algo más.

Es rara, según mi experiencia, los gatos son los seres más insensibles sobre la faz de la tierra. Te ignoran por completo. Son holgazanes por naturaleza. No se inmutan ante nada.

Aseguro que esta gata a la que llamaremos LA GORDA, por su evidente metabolismo, pretende ser adoptada, porque no sólo viene a arañar la puerta y cantar serenata con sus maullidos, sino que reconoce el sonido de mi auto, y sale al encuentro, espera a que me baje, me acompaña a la puerta y comienza su recital.

Particularmente no soy nada sociable con las mascotas. Ni perros, ni gatos; contimenos, serpientes, tarántulas, lagartijas, monos, u otras especies. Salvo los peces, porque están confinados en su casa transparente llena de agua.

Los respeto, los tolero, les puedo dar unas palmadas, ¡y ya!

Me gusta trabajar en completa soledad, disfruto el silencio. Me gusta el trino de los pajarillos que se acercan a mi ventana a saludar, pero allá afuera.

Y no caigo en cuadros depresivos porque mi mente siempre está activa. Y si acaso, por raras y escasísimas circunstancias resbalara entre los fangos de la nostalgia, afuera está LA GORDA, jode y jode.

Cuando no tengo temas de importancia que destacar, me da por escribir cosas como estas.

Me gusta hacerles perder el tiempo a ustedes con reflexiones rocambolezcas como la de hoy, previas a las fiestas navideñas.

Es mi manera de caminar en el filo de la navaja. Entre la nientitud y realidad.

Ahora comprendo más a los milenios y a los darketos.

Voy por más café, y lechita para LA GORDA.

TIMING POLITICO.

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