
MARTES 23 SEPTIEMBRE 2025
Un grupo de cuando menos 13 senadores de Morena decidió ponerle nombre y apellido al malestar interno: le exigieron a su coordinador, Adán Augusto López Hernández, que explique dónde quedaron más de 300 millones de pesos destinados —al menos en teoría— a las actividades legislativas. El reclamo es fuerte, porque no se trata de centavos ni de rumores, sino de dinero público que debió tener destino claro.
El asunto alcanzó a la senadora chihuahuense Andrea Chávez Treviño, que —a diferencia de otros compañeros— sí operaba con la chequera abierta. Y de ahí, el tema de las cuentas largas brincó a la rendición de cuentas, pero aderezado con un ingrediente más: los señalamientos de sus presuntos vínculos con el cártel tabasqueño La Barredora.
El problema de fondo es que la narrativa de Adán Augusto ya no convence ni a los suyos. Repite como disco rayado que “no sabía” que su secretario de Seguridad, Hernán Bermúdez Riquelme, era el líder de La Barredora. ¿De veras alguien se lo cree? Nadie. Y para colmo, él mismo declaró que denunció a Bermúdez y hasta le pidió a López Obrador que lo sustituyera por sus actividades ilícitas. Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Sabía o no sabía? La contradicción lo delata.
Cosas de Morena y de la autollamada Cuarta Transformación: tarde o temprano todo se cae por su propio peso. Y si de verdad quieren rescatar algo del poco prestigio que aún les queda, tendrán que rodar cabezas. Porque ni los 3,100 pesos clientelares que reparten a la base alcanzan para tapar semejante escándalo.
Mientras tanto, desde la Cámara de Diputados la oposición ya afila el hacha con un posible juicio político contra Adán Augusto. Tal vez sea la salida más elegante para ahorrarle explicaciones incómodas a Palacio Nacional. Lo cierto es que el tabasqueño ya se está quedando solo, colgado de un hilo que llega directo hasta el rancho de “ya saben quién”, en Chiapas.
Juárez se viste de Sheinbaum
Este viernes los morenos sacan la alfombra guinda en Ciudad Juárez. Llega la presidenta Claudia Sheinbaum con un informe que ya trae más masticado que chicle de secundaria y con más millas recorridas que el mismísimo Tren Maya.
La receta será la misma que en Guanajuato, Aguascalientes o Zacatecas: la versión remix de su primer año de gobierno. En Juárez, como en cada parada del tour, se repetirá el guion: 26 compromisos de campaña ya cumplidos, la transformación avanzando a tambor batiente y la promesa —tan trillada como urgente— de bajarle a los homicidios dolosos.
Por supuesto, el equipo crucista anda en friega. Allá por la Francisco Villa y Malecón ya mueven cielo, mar y tierra para que no falte ni la “pechocha”, la porrista oficial que alguna vez lo fue de “Teto” (QEPD) y ahora anima las filas de Pérez Cuéllar. El objetivo es claro: llenar a reventar el lugar que todavía nadie confirma, pero que seguro será amplio, espectacular y con la foto de miles de almas enardecidas. La idea es simple: mostrar músculo popular. Y para eso, Juárez fue mejor opción que la capital, territorio que aún se pinta más azul que guinda.
La pregunta es: ¿Qué van a escuchar los juarenses distinto a lo que ya se dijo en otras plazas? Poca novedad. La presidenta insistirá en que la 4T está en marcha y que en materia de seguridad el gobierno “está hasta la cocina”. Lo que esperan los fronterizos, sin embargo, no son discursos bonitos ni números maquillados, sino resultados tangibles que se reflejen en su vida diaria.
Para darle tono institucional, la gobernadora Maru Campos será la anfitriona. Y hay que reconocerlo: hasta ahora, la relación Campos-Sheinbaum ha sido más cordial que ríspida, nada de los jaloneos que se vieron con “cabecita de algodón”. Ojalá esa buena onda se traduzca en acuerdos y apoyos reales, porque Juárez necesita más que giras mediáticas y fotos de campaña adelantada.
Así que, este viernes, la frontera será escenario del “Sheinbaum Tour” versión Chihuahua. Que no le digan y que no le cuenten: en la política mexicana, la gira presidencial siempre termina pareciendo espectáculo… y de esos, ni Broadway se atreve a montar.
Otro viernes sin clases
Y para cerrar con broche de oro, este viernes no habrá clases en todo el país para los estudiantes de educación básica. La razón: el Consejo Técnico Escolar, esa reunión mensual donde los maestros sí trabajan, pero los alumnos simplemente se quedan en casa.
En papel, la medida suena bien. Supone planeación, evaluación y organización para mejorar la enseñanza. En la práctica, sin embargo, es un día más sin clases para los chavos, justo después del mega puente de las fiestas patrias. Oficialmente, el 15 de septiembre era día hábil, pero todos sabemos que en la mayoría de las escuelas no fue así.
El resultado es claro: el regreso a clases sigue accidentado en un sistema educativo ya de por sí recortado por tantos “festejos no oficiales” que se volvieron costumbre. Que si el Día del Maestro, que si la junta sindical, que si el homenaje… y ahora, el consejo técnico de cada mes.
Mientras tanto, los alumnos de preescolar, primaria y secundaria siguen perdiendo continuidad escolar. Porque sí, los maestros cumplen con sus juntas, pero los estudiantes acumulan huecos en su calendario que después se notan en los niveles de aprendizaje.
Al final, la pregunta es inevitable: ¿qué pesa más, el discurso de calidad educativa o la realidad de un calendario parchado de descansos? Porque lo que está en juego no son horas de recreo, sino la formación de toda una generación.
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