Cartapacio
MIERCOLES 12 NOVIEMBRE 2025
“La rebelión geriátrica contra la ironía”
Los centennials o generación Z planearon desde hace meses salir a la calle y hacer presencia pública como gesto político, cultural y simbólico.
Generación Z, incluye a personas nacidas aproximadamente entre 1995 y 2010. Se caracterizan por ser «nativos digitales» que crecieron con internet y la tecnología omnipresente, lo que ha moldeado su forma de interactuar y consumir. Sus valores incluyen una mayor conciencia global, social y ambiental, así como un enfoque en la salud mental y la conciliación laboral.
Mientras tanto la generación X, Nacidos aprox. entre 1965 y 1980 se resisten a ser eclipsados entre el protagonismo de los Baby Boomers y los Millennials.
Se supone que la marcha sería un acto de visibilización.
Reclamar que esta generación cargó con las consecuencias de la Guerra Fría, el neoliberalismo, la precarización laboral y la transición tecnológica sin haber tenido voz decisiva en ellas.
Señalar que fueron quienes conectaron lo analógico con lo digital, lo industrial con lo posmoderno, y que esa experiencia híbrida merece reconocimiento político.
Por su parte, considerados a sí mismos como guardianes de la ironía: La Generación X se caracterizó por el escepticismo, el humor ácido y la resistencia a los discursos oficiales.
Por lo tanto, la marcha sería una performance de esa identidad.
Se les llamó “la generación perdida” por su apatía política, pero la marcha reivindicaría que ese desencanto fue una forma de resistencia.
Pero ese desfile de desencantados que aprendieron a sobrevivir entre el grunge y el neoliberalismo— corre el riesgo de ser tomada como rehén.
¿Por quienes?
Por los secuestradores de marchas.
En esta ocasión por una fuerza externa de Baby Boomers que, incapaces de soltar el micrófono de la historia, pretenden convertir la procesión irónica en un mitin contra la presidenta Sheinbaum.
Los cabecillas son fáciles de identificar:
- El Boomer Nostálgico del 68: Cree que toda protesta debe replicar la épica estudiantil, aunque ahora lo único que levanta es la pensión universal.
- El Boomer Empresarial: Se presenta como defensor de la democracia, pero su verdadero dolor es que los contratos públicos ya no fluyen como antes.
- El Boomer Académico Jubilado: Armado con citas de Octavio Paz y un resentimiento contra las nuevas generaciones, quiere que la marcha sea su seminario final.
- El Boomer Mediático: Sueña con que las cámaras lo enfoquen como si aún fuera el “líder moral” de algo más que su grupo de WhatsApp.
La ironía del secuestro.
Lo grotesco es que los Baby Boomers, generación que monopolizó el poder político y económico durante décadas, ahora pretenden disfrazarse de rebeldes tardíos.
Quieren que la marcha Z —nacida para reivindicar el desencanto y la ironía— se convierta en pancarta de su eterno berrinche contra cualquier presidenta que no les rinda pleitesía.
La escena es tragicómica: los Boomers, con sus consignas recicladas y su furia geriátrica, intentando dirigir a una generación que se especializó en desconfiar de todo liderazgo.
Es como si quisieran imponer un karaoke de protesta donde las canciones fueran rancheras de los setenta y el público, obligado a corear, respondiera con sarcasmo y memes.
Filosa conclusión:
La marcha de la Generación Z no necesita tutores ni cabecillas prestados.
Que los Boomers organicen su propio “Club de la Protesta Vintage” y dejen a los Z marchar con su ironía intacta.
Porque si algo distingue a la Generación Z es que sabe detectar el ridículo… y nada resulta más ridículo que un Boomer disfrazado de revolucionario tardío, queriendo dirigir una procesión que no le pertenece.
Máxime si le quiere imponer sus propios argumentos de «reivindicación».
¡He dicho!
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