octubre 19, 2025

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La política tiene su propio Timing

La trampa del salario mínimo

SABADO 30 NOVIEMBRE 2024

El reciente anuncio de un aumento al salario mínimo en México, promovido por la presidenta Claudia Sheinbaum, ha generado una ola de optimismo en amplios sectores de la población. La idea de que los trabajadores ganen más y tengan acceso a mejores condiciones de vida es, en apariencia, una medida justa y necesaria.

Sin embargo, detrás de esta propuesta bien intencionada, se esconde una realidad económica que pocos se atreven a examinar con detenimiento. El incremento del salario mínimo, cuando se impone por decreto, puede parecer una solución inmediata a los problemas de desigualdad, pero en la práctica, genera una cadena de consecuencias negativas que no solo afectan a los empleadores, sino también, y de manera más severa, a los mismos trabajadores que pretende beneficiar.

En México, la promesa de un aumento al salario mínimo suena como una solución para mejorar la calidad de vida de los trabajadores. Más dinero en el bolsillo parece algo bueno, una victoria para las familias que luchan por llegar a fin de mes. Pero detrás de esta medida, que parece tan justa y sencilla, se esconden problemas más profundos que los gobiernos prefieren ignorar. La inflación, el verdadero enemigo, siempre va por delante de los salarios, dejando a los trabajadores en una carrera que nunca ganan.

Primero, es importante entender qué es la inflación. Aunque muchos piensan que es simplemente cuando «todo sube de precio», en realidad, la inflación es el incremento de la oferta monetaria, es decir, cuando el gobierno o el banco central imprimen más dinero del necesario para una economía. Esto provoca que haya más dinero en circulación, pero no más productos o servicios que comprar. El resultado es que el dinero pierde valor, y lo que antes comprabas con $100 pesos, ahora te cuesta $120 o más.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con los salarios? La inflación afecta primero a los precios: suben los alimentos, el transporte, la renta. Todo se encarece antes de que los salarios puedan ajustarse. Los trabajadores, que reciben el mismo ingreso mientras los precios suben, pierden poder adquisitivo de inmediato. Cuando finalmente logran un aumento, este ya no alcanza porque los precios también siguieron subiendo. Es como intentar llenar un balde con un agujero en el fondo: por más que lo intentes, el agua nunca se acumula.

Imaginemos a Doña Rosa, una trabajadora que gana el salario mínimo. El gobierno le aumenta un 12% a su sueldo, y al principio se siente aliviada. Pero pronto descubre que el kilo de tortilla, que costaba $20 pesos, ahora cuesta $25. El gas, el transporte y hasta el café han subido de precio. El aumento en su salario no alcanza para cubrir el aumento de los precios, porque la inflación siempre va más rápido que su sueldo. Doña Rosa se da cuenta de que está trabajando igual, o incluso más, pero sigue sin poder mejorar su calidad de vida.

Este problema afecta a todos, pero especialmente a quienes tienen menos. Las pequeñas empresas, que son las mayores generadoras de empleo, enfrentan costos más altos por el aumento salarial. Muchas no pueden subir sus precios porque perderían clientes, así que terminan despidiendo empleados o cerrando sus puertas. Esto significa que, mientras algunos trabajadores logran un pequeño aumento, otros pierden su empleo por completo. ¿De qué sirve un salario más alto si no hay trabajo?

La inflación también es un «impuesto silencioso» que castiga a quienes ahorran. Imagina que logras juntar $10,000 pesos para un proyecto o una compra importante. Si el dinero pierde valor por la inflación, esos $10,000 pesos ya no compran lo mismo que antes. Así, el esfuerzo de ahorrar se ve destruido por decisiones que no tomaste tú, sino el gobierno al imprimir más dinero sin respaldo.

El aumento al salario mínimo no resuelve el problema de fondo. La verdadera raíz de la pobreza en México no es que los salarios sean bajos por decreto, sino que la economía no produce lo suficiente para generar empleos bien pagados. En lugar de imponer aumentos artificiales, el gobierno debería enfocarse en fomentar la inversión, reducir la corrupción y quitar las trabas a los negocios pequeños. Así, los salarios podrían subir de manera natural porque los trabajadores serían más productivos y las empresas podrían pagarles mejor.

La inflación es el enemigo invisible que roba a todos, especialmente a los más vulnerables. Subir los salarios por decreto parece una solución fácil, pero en realidad solo perpetúa el problema. Los precios seguirán subiendo, y los salarios nunca alcanzarán a la inflación. Mientras no se controle la cantidad de dinero que se imprime y se permita a la economía crecer libremente, los trabajadores seguirán atrapados en un sistema que promete mucho, pero entrega poco.

México no necesita más promesas que suenan bien, pero fallan en la práctica. Necesita estabilidad, un dinero que conserve su valor y un entorno donde los trabajadores puedan ganar más porque producen más, no porque el gobierno lo dicta.

La verdadera justicia no está en aumentar salarios en papel, sino en devolverles a los trabajadores el control sobre su esfuerzo y su futuro. Mientras tanto, la carrera entre la inflación y los salarios seguirá siendo injusta, y los más pobres seguirán perdiendo.

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