octubre 16, 2025

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El arte de lo imposible en cien años de revolución surrealista

DOMINGO 13 JULIO 2025  

PARTE 1

POR JACK RO

El ensayo destaca cómo el surrealismo, a lo largo de sus cien años, se ha transformado en un refugio poético y crítico capaz de articular subjetividad, resistencia y conocimiento simbólico frente a los desafíos del presente.

Este texto propone una lectura del surrealismo como una cosmovisión compleja y vigente, que trasciende su carácter estético para convertirse en una herramienta simbólica de exploración del inconsciente y crítica a la racionalidad moderna.

CD. JUAREZ, CHIH.- El surrealismo, surgido a principios del siglo XX, fue mucho más que una corriente artística: constituyó una revolución epistemológica que desafió las estructuras racionales heredadas de la modernidad. En un contexto marcado por las secuelas traumáticas de la Primera Guerra Mundial, sus protagonistas encontraron en el arte una vía de liberación psíquica, abriendo paso a nuevas formas de expresión ligadas al inconsciente, el deseo y lo irracional.

Este ensayo examina la evolución del surrealismo desde sus orígenes hasta su influencia en el arte contemporáneo, proponiendo que su vigencia actual radica en su capacidad para ofrecer una crítica simbólica del presente y una vía de exploración subjetiva.

André Breton, figura central del movimiento, definió el surrealismo como “automatismo psíquico puro”, es decir, una técnica destinada a liberar la mente de las restricciones impuestas por la lógica y la moral. Esta concepción impulsó una producción artística que buscaba la manifestación directa del pensamiento sin mediación racional, posicionando al sueño, el deseo y el inconsciente como fuentes privilegiadas de creación.

El surrealismo, como movimiento artístico y filosófico, encuentra su base teórica en una confluencia de saberes que desbordan lo estético. Su desarrollo se nutre especialmente de las ideas del psicoanálisis freudiano, la noción de inconsciente colectivo de Carl Jung y los manifiestos de André Breton, quien formalizó la doctrina surrealista.

André Breton, en su Primer Manifiesto del Surrealismo (1924), define el movimiento como “automatismo psíquico puro”, una técnica que busca expresar el funcionamiento real del pensamiento, libre de toda lógica o censura moral. Breton, influenciado por su experiencia en hospitales psiquiátricos durante la Primera Guerra Mundial, reconoció en los discursos delirantes de los pacientes una forma de poesía espontánea, lo que lo llevó a adoptar la escritura automática como método creativo.

Sigmund Freud, por su parte, aportó los fundamentos teóricos que permitieron al surrealismo explorar el inconsciente como territorio artístico. Su obra La interpretación de los sueños (1900) introdujo conceptos como la asociación libre, la represión y el contenido latente del sueño, que los surrealistas adoptaron como herramientas expresivas. Aunque Freud nunca se identificó con el movimiento, su influencia fue reconocida explícitamente por Breton, quien lo consideraba una figura clave para la comprensión de la mente humana.

Carl Gustav Jung amplió el horizonte simbólico del surrealismo al introducir la noción de inconsciente colectivo y arquetipos universales. A diferencia de Freud, Jung concebía el inconsciente no solo como un depósito de deseos reprimidos, sino como una matriz simbólica compartida por toda la humanidad. Esta visión fue especialmente influyente en artistas como Remedios Varo y Leonora Carrington, quienes incorporaron mitologías personales y universales en sus obras.

En conjunto, estos tres autores ofrecen un andamiaje conceptual que permite comprender el surrealismo no solo como una estética, sino como una ontología alternativa: una forma de pensar, sentir y representar el mundo desde lo invisible, lo simbólico y lo irracional.

Lejos de circunscribirse a las artes plásticas, el surrealismo permeó la literatura, la filosofía y el pensamiento político. En su núcleo palpitaba una intención liberadora: emancipar al individuo de las normas sociales opresivas y reconectar con los estratos más profundos de la psique. Así, el arte se convertía en un acto subversivo, capaz de cuestionar tanto las convenciones estéticas como las estructuras de poder.

Los artistas del inconsciente constituyen una corriente intelectual y artística que incide profundamente en diversas esferas del pensamiento existencial y ontológico. Sus fundamentos se nutren de la filosofía, el psicoanálisis y la literatura, trascendiendo los límites de estas disciplinas para influir también en las artes plásticas, las ciencias, la pedagogía, la política, la historiografía, así como en la configuración del sujeto y su relación con la sociedad.

A partir de fundamentos psicoanalíticos, filosóficos y artísticos, se analiza su evolución desde el “automatismo psíquico” propuesto por André Breton hasta su reapropiación contemporánea en distintos lenguajes visuales y conceptuales.

Este estudio trata de un constructo teórico de notable complejidad, cuya dimensión abarca tanto la concepción del cosmos como del microcosmos. A sí mismo, transforma los marcos de interpretación del fenómeno divino y reconfigura la percepción subjetiva de la realidad.

La estética de lo insólito, inspirado por el psicoanálisis, sostiene que la realidad objetiva está filtrada por estructuras racionales impuestas. Al liberar el inconsciente a través de técnicas como la escritura automática o el sueño lúcido, se accede a un “nivel más profundo de realidad” (la surrealité), transformando así la percepción subjetiva y permitiendo reinterpretar fenómenos antes reservados al dogma, como lo divino.

Los surrealistas —especialmente André Breton— desconfiaban de la razón como única vía de conocimiento. Veían las religiones tradicionales como estructuras opresivas que domesticaban lo sagrado. En su lugar, proponían un “misticismo poético”, en el que lo divino se manifiesta en símbolos, arquetipos, deseos y visiones oníricas.

Esto desplaza el sentido de lo divino del dogma hacia la experiencia personal.
Al crear imágenes que rompen con las leyes lógicas de la realidad visible (por ejemplo, un reloj derretido de Dalí o una figura que flota sin gravedad), el surrealismo desarticula la percepción lineal y sensorial del mundo.

Así se reconfigura lo real como un entramado de asociaciones internas, emocionales y simbólicas.
Algunos vanguardistas soñadopres revalorizan lo divino no desde la teología, sino desde la pulsión vital, el erotismo, el deseo y la fuerza creadora. Esta visión redefine lo sagrado como aquello que rompe estructuras, que irrumpe en lo cotidiano y lo transforma. En este marco, el arte se convierte en ritual y el artista en médium.

Esta corriente del arte no propone una negación de lo divino o de la realidad, sino un cambio radical en cómo se los vive, se los interpreta y se los representa.

El movimiento onírico, más allá de una corriente estética, constituye una cosmovisión integradora que reorganiza la relación entre sujeto, realidad y representación simbólica, articulando elementos del psicoanálisis, la filosofía y el arte para ofrecer una vía de exploración crítica y poética del inconsciente en el contexto contemporáneo.

Los objetivos generales de la exploración del subconsciente son, liberar la creatividad del ser humano a través de la exploración del inconsciente, los sueños y el automatismo psíquico. Cuestionar la lógica racional y las normas morales impuestas por la sociedad moderna mediante formas de expresión simbólica y onírica.

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