octubre 10, 2025

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Don Quijote: danza, símbolo y fantasía en el escenario fronterizo

MARTES 2 SEPTIEMBRE 2025

POR JACK RO

Crónica sobre la puesta en escena del ballet clásico en la UACJ

CD. JUAREZ, CHIH.- La adaptación del ballet Don Quijote, presentada por la Compañía de Ballet Clásico de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez en el Teatro Gracia Pasquel, constituye una celebración escénica de la imaginación, el amor y la astucia. Inspirada en pasajes selectos de la novela de Miguel de Cervantes, esta versión coreográfica se aleja del relato épico para centrarse en la historia de amor entre Kitri y Basilio, sin perder la presencia simbólica del caballero andante que da nombre a la obra.

El ballet, como lenguaje corporal, traduce los grandes temas cervantinos en movimiento. La figura de Don Quijote encarna el idealismo frente a la realidad, mientras Kitri y Basilio representan la lucha por el amor auténtico en un mundo de imposiciones sociales. La coreografía, basada en la versión original de Marius Petipa con música de Ludwig Minkus, se articula en tres actos que combinan técnica clásica con elementos festivos de la cultura española: abanicos, mantones, zapateado y toreo estilizado.Cada gesto, salto y giro se convierte en signo.

El arabesco de Kitri expresa libertad; el port de bras de Basilio, deseo; la pantomima de Don Quijote, delirio. Desde una lectura semiótica, el cuerpo del bailarín se transforma en texto, y la danza en discurso.

El vestuario, diseñado con colores vibrantes y siluetas tradicionales, refuerza la identidad cultural de los personajes. Kitri viste tonos cálidos que evocan fuerza y vitalidad; Basilio, atuendos sencillos que contrastan con la pomposidad de Gamache, el pretendiente ridículo. Don Quijote y Sancho Panza, por su parte, portan trajes que remiten al imaginario medieval, subrayando su desconexión con la realidad. La música de Ludwig Minkus, compuesta especialmente para este ballet en 1869, es vibrante, melódica y rítmica.

Aunque Minkus era austriaco, su partitura está impregnada de ritmos españoles como el fandango, la seguidilla y el bolero, evocando el folclore ibérico con gran fidelidad. Las melodías alegres y dinámicas acompañan los saltos virtuosos y las escenas cómicas, mientras que en el segundo acto, durante el “Sueño de Don Quijote”, la música se torna etérea y mágica, envolviendo a Cupido y las Dryades en un mundo onírico.

La iluminación, cuidadosamente diseñada, delimita los espacios narrativos: la plaza del pueblo, el bosque encantado, la taberna. En cada escena, la luz guía la emoción y el ritmo, creando atmósferas que dialogan con la música y el movimiento. Uno de los aspectos más vibrantes de esta puesta en escena es su homenaje a la cultura popular.

El ballet está lleno de danzas españolas, toreros, gitanos y escenas festivas que exaltan la vida del pueblo. Es una obra que honra la alegría, la música y el folclore, y aunque el título es Don Quijote, el foco está en el amor joven, la astucia y la celebración de la vida.

El caballero andante, aunque figura secundaria, aporta magia, humor y una dimensión poética que enriquece la narrativa. La dirección artística de la Mtra. Marisol Galán logra una adaptación fluida del libreto original, respetando la estructura clásica del ballet mientras incorpora elementos contemporáneos que dialogan con el contexto fronterizo.

La trama se desarrolla con claridad: Kitri y Basilio huyen del matrimonio impuesto, Don Quijote los acompaña en su cruzada amorosa, y finalmente, el amor triunfa gracias a la astucia y la intervención del caballero.Los bailarines principales —Kitri y Basilio— sostienen la narrativa con virtuosismo técnico y expresividad escénica.

Don Quijote, aunque secundario en la trama romántica, aporta profundidad simbólica: su presencia recuerda que toda historia necesita un soñador.Desde una perspectiva crítica, el ballet Don Quijote puede leerse como una metáfora de resistencia. La danza se convierte en herramienta para cuestionar el orden, subvertir la norma y celebrar la imaginación.

La obra articula los principios básicos del lenguaje escénico: ritmo, contraste, progresión y clímax, en una composición que combina lo clásico con lo popular.Literariamente, la obra conserva la esencia cervantina: el humor como crítica social, la locura como forma de libertad, el amor como fuerza transformadora. Semióticamente, cada elemento —vestuario, música, movimiento, luz— funciona como signo que construye sentido.

La puesta en escena de Don Quijote en Ciudad Juárez no solo representa una hazaña artística, sino también un acto de diálogo cultural. En una ciudad marcada por el tránsito, la frontera y la diversidad, el ballet se convierte en espacio de encuentro entre tradición y contemporaneidad, entre literatura y cuerpo, entre técnica y emoción.

La Compañía de Ballet Clásico de la UACJ logra, con esta producción, no solo rendir homenaje a Cervantes, sino también demostrar que el arte, cuando se hace con rigor y pasión, puede hablarle a todos: al especialista, al estudiante, al espectador casual. Porque en el fondo, como diría Don Quijote, “la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”.

Simbología del ballet clásico: cuerpo, gesto y narrativa

El ballet, como lenguaje corporal, traduce los grandes temas cervantinos en movimiento. La figura de Don Quijote encarna el idealismo frente a la realidad, mientras Kitri y Basilio representan la lucha por el amor auténtico en un mundo de imposiciones sociales. La coreografía, basada en la versión original de Marius Petipa con música de Ludwig Minkus, se articula en tres actos que combinan técnica clásica con elementos festivos de la cultura española: abanicos, mantones, zapateado y toreo estilizado.

Cada gesto, salto y giro se convierte en signo. El arabesco de Kitri expresa libertad; el port de bras de Basilio, deseo; la pantomima de Don Quijote, delirio. Desde una lectura semiótica, el cuerpo del bailarín se transforma en texto, y la danza en discurso. Vestuario, música e iluminación: estética y atmósfera. El vestuario, diseñado con colores vibrantes y siluetas tradicionales, refuerza la identidad cultural de los personajes.

Kitri viste tonos cálidos que evocan fuerza y vitalidad; Basilio, atuendos sencillos que contrastan con la pomposidad de Gamache, el pretendiente ridículo. Don Quijote y Sancho Panza, por su parte, portan trajes que remiten al imaginario medieval, subrayando su desconexión con la realidad. La música de Ludwig Minkus, compuesta especialmente para este ballet en 1869, es vibrante, melódica y rítmica.

Aunque Minkus era austriaco, su partitura está impregnada de ritmos españoles como el fandango, la seguidilla y el bolero, evocando el folclore ibérico con gran fidelidad. Las melodías alegres y dinámicas acompañan los saltos virtuosos y las escenas cómicas, mientras que en el segundo acto, durante el “Sueño de Don Quijote”, la música se torna etérea y mágica, envolviendo a Cupido y las Dryades en un mundo onírico.

La iluminación, cuidadosamente diseñada, delimita los espacios narrativos: la plaza del pueblo, el bosque encantado, la taberna. En cada escena, la luz guía la emoción y el ritmo, creando atmósferas que dialogan con la música y el movimiento. Celebración de la cultura popular Uno de los aspectos más vibrantes de esta puesta en escena es su homenaje a la cultura popular.

El ballet está lleno de danzas españolas, toreros, gitanos y escenas festivas que exaltan la vida del pueblo. Es una obra que honra la alegría, la música y el folclore, y aunque el título es Don Quijote, el foco está en el amor joven, la astucia y la celebración de la vida. El caballero andante, aunque figura secundaria, aporta magia, humor y una dimensión poética que enriquece la narrativa.

Adaptación del libreto y estructura narrativaLa dirección artística de la Mtra. Marisol Galán logra una adaptación fluida del libreto original, respetando la estructura clásica del ballet mientras incorpora elementos contemporáneos que dialogan con el contexto fronterizo. La trama se desarrolla con claridad: Kitri y Basilio huyen del matrimonio impuesto, Don Quijote los acompaña en su cruzada amorosa, y finalmente, el amor triunfa gracias a la astucia y la intervención del caballero.

Los bailarines principales —Kitri y Basilio— sostienen la narrativa con virtuosismo técnico y expresividad escénica. Don Quijote, aunque secundario en la trama romántica, aporta profundidad simbólica: su presencia recuerda que toda historia necesita un soñador.

Análisis crítico: arte, literatura y lenguaje escénico

Desde una perspectiva crítica, el ballet Don Quijote puede leerse como una metáfora de resistencia. La danza se convierte en herramienta para cuestionar el orden, subvertir la norma y celebrar la imaginación. La obra articula los principios básicos del lenguaje escénico: ritmo, contraste, progresión y clímax, en una composición que combina lo clásico con lo popular.

Literariamente, la obra conserva la esencia cervantina: el humor como crítica social, la locura como forma de libertad, el amor como fuerza transformadora. Semióticamente, cada elemento —vestuario, música, movimiento, luz— funciona como signo que construye sentido.

Conclusión: danza como territorio de encuentro

La puesta en escena de Don Quijote en Ciudad Juárez no solo representa una hazaña artística, sino también un acto de diálogo cultural. En una ciudad marcada por el tránsito, la frontera y la diversidad, el ballet se convierte en espacio de encuentro entre tradición y contemporaneidad, entre literatura y cuerpo, entre técnica y emoción.

La Compañía de Ballet Clásico de la UACJ logra, con esta producción, no solo rendir homenaje a Cervantes, sino también demostrar que el arte, cuando se hace con rigor y pasión, puede hablarles a todos: al especialista, al estudiante, al espectador casual.

Porque en el fondo, como diría Don Quijote, “la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”.

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