
SABADO 27 SEPTIEMBRE 2025
Luz de tinta reunió tres voces poéticas chihuahuenses en una lectura íntima y profunda, donde la palabra se convirtió en memoria, denuncia, emoción y revelación del alma fronteriza.
Crónica reflexiva de una lectura poética en Ciudad Juárez
POR: JACK RO
CD. JUAREZ, CHIH.- Este pasado 25 de septiembre, en el Centro Cultural de las Fronteras, en la Liberia universitaria, se llevó a cabo la lectura poética Luz de tinta, un encuentro que reunió tres voces chihuahuenses —Ysla Campbell Manjarrez, Arturo Ramírez Lara y Violenta Schmidt— en un acto de creación, memoria y resistencia.
Más que una presentación literaria, el evento fue una ceremonia simbólica donde la palabra se convirtió en territorio, en cuerpo, en eco de lo humano.
La poesía, en este contexto, no fue solo forma estética, sino experiencia ontológica. Cada verso pronunciado parecía abrir una grieta en lo cotidiano, revelando lo invisible, lo reprimido, lo que la lógica no alcanza.
Desde una perspectiva hermenéutica, el acto de leer y escuchar se transformó en interpretación viva: los poemas no se explicaban, se encarnaban.
El público no asistía como espectador, sino como interlocutor emocional, como testigo de una verdad que se dice sin decirse del todo.
La Dra. Ysla Campbell ofreció una poesía íntima, centrada en el núcleo familiar, en la memoria afectiva, en los vínculos que sostienen la identidad.
Su voz, serena y profunda, nos recordó que el hogar también es un espacio simbólico donde se inscriben las primeras heridas y los primeros consuelos.
Desde una lectura psicoanalítica, su obra puede entenderse como una exploración del deseo de permanencia, del retorno a lo originario, del lenguaje como refugio.
Arturo Ramírez, en contraste, desplegó una poética extrovertida, visceral, marcada por la contradicción entre el placer y la ruptura. Sus versos se movieron entre el goce y la crítica, entre el seno familiar y la esterilidad espiritual de una sociedad que ha perdido el sentido.
Su voz encarnó al poeta neokafkiano, aquel que interroga la libertad, la incertidumbre, la tortura existencial del hombre moderno. Su poesía es la del que duda, del que rompe, del que busca en el abismo una forma de redención.
Violenta Schmidt, por su parte, ofreció una poesía de denuncia, de intensidad emocional, de pasiones que arden en el cuerpo y en la ciudad.
“La ciudad huele mal”, dijo en uno de sus versos, y con ello condensó el dolor de una frontera abandonada por la justicia, sometida al látigo de la indiferencia. Su obra es lucha, es zozobra, es misterio.
Desde una mirada filosófica, su poesía se inscribe en la tradición de lo trágico: la oscuridad como vehículo de luz, el sufrimiento como camino hacia la libertad.
En conjunto, Luz de tinta fue una experiencia estética y ética. Los poetas no ofrecieron respuestas, sino preguntas. No buscaron agradar, sino conmover.
La poesía, en sus voces, se reveló como instrumento de amor y desamor, como puente entre la fantasía y la crueldad de la vida.
En sus versos, la frontera dejó de ser línea geográfica para convertirse en metáfora del alma: un lugar donde se cruzan los sueños, los miedos, las verdades que aún no tienen nombre.
Hoy, más que nunca, necesitamos poetas que profanen lo desconocido para darle luz a la palabra. Porque en tiempos de ruido, la poesía sigue siendo el susurro que nos recuerda quiénes somos.
La lectura poética Luz de tinta fue mucho más que una exposición de versos: fue una experiencia estética y simbólica que reveló la diversidad emocional, intelectual y espiritual de tres voces chihuahuenses.
El evento se convirtió en un espacio de resonancia donde la palabra poética funcionó como vehículo de introspección, denuncia y revelación.
Desde una perspectiva literaria, se evidenció la riqueza estilística y temática de cada autor. Ysla Campbell Manjarrez ofreció una poesía íntima, centrada en la memoria familiar y en los vínculos afectivos como pilares de identidad.
Arturo Ramírez Lara presentó una poética de la contradicción, del placer y del conflicto interior, con tintes existencialistas y neokafkianos.
Violenta Schmidt, por su parte, encarnó la voz de la rebeldía, la denuncia social y la pasión visceral, con una estética que confronta la injusticia y la desolación urbana.
El evento planteó preguntas esenciales sobre la existencia, el sentido del dolor, la libertad y la oscuridad como camino hacia la luz.
La poesía se mostró como una forma de pensamiento encarnado, donde el lenguaje no solo describe, sino que transforma.
Desde la óptica individualizada de cada lectura fue una interpretación del mundo, una forma de leer la realidad desde la subjetividad profunda.
Los poetas no ofrecieron certezas, sino símbolos abiertos, metáforas que invitan al lector a reconstruir significados desde su propia experiencia.
En el plano analítico de la interioridad de los poemas, se revelaron pulsiones, deseos, traumas y fantasmas. La poesía funcionó como acto catártico, como expresión del inconsciente, como diálogo entre el yo y sus sombras.
La frontera —territorio físico y simbólico— se convirtió en escenario de conflicto, de tránsito emocional, de búsqueda de identidad.
Luz de tinta fue una celebración de la palabra como acto de resistencia, como gesto de humanidad y como espejo del alma fronteriza.
En un mundo saturado de ruido, los poetas reunidos nos recordaron que la poesía sigue siendo un espacio de verdad, de belleza y de libertad.
Cada verso pronunciado fue una luz encendida en el muro de lo cotidiano, una invitación a mirar hacia dentro y a escuchar el latido profundo de lo que somos.
La poesía, en este encuentro, no fue solo arte: fue memoria, fue cuerpo, fue frontera.
TIMING POLITICO
Más historias
Homenaje a Meche con un mural en la histórica avenida Juárez.
Otorgan “Presea Girasoles Vida Activa 2025” al empresario Francisco Yepo Yong
El pachuco símbolo-cultural de migración internacional y memoria histórica entre el siglo XX y el XXI