
Por: Iván González Ibarra
Historiador / Académico
«Ustedes deben saber que tienen un profesor muy inteligente y que escribe muy bien”, les dijo Carlos Rocha a mis estudiantes de secundaria, al iniciar un recorrido que amablemente nos ofreció en el Museo de la Revolución en la Frontera (MUREF).
Hombre de espíritu alegre, sencillo y jovial, el historiador Carlos Rocha se encargó de transmitir su amor por la historia regional, y por la cultura fronteriza, a través de diversos ámbitos. En su labor diaria, logró hacer grandes amigos y amigas que hoy, ante su lamentable fallecimiento, le recordamos con cariño.
A Carlos lo conocí hace muchos años, en la «librería del centro”, un módulo que la extinta Educal había instalado en un espacio de la antigua Presidencia Municipal de Ciudad Juárez. Años más tarde, coincidimos en la Licenciatura en Historia de la UACJ.
En aquellos tiempos, él trabajaba como custodio del Instituto Nacional de Antropología e Historia, adscrito al MUREF, lugar que fue su segunda casa hasta su partida. Al graduar de la licenciatura, consiguió hacerse cargo de los programas educativos del mismo museo. Ahí, logró contactar a miles de escuelas de educación básica en Ciudad Juárez, para organizar recorridos con niños, niñas y jóvenes.
«No es el sueldo”, me confesó alguna vez, “es disfrutar de la labor que se hace”. Su pasión por la Historia era manifiesta, adaptaba sus recorridos de acuerdo al público y siempre los despedía con una foto en el cuadro de entrada.
Entre otras actividades, Rocha era promotor cultural, ponente del Instituto para la Cultura de Ciudad Juárez, colaborador en la radio local y en revistas culturales, fuente en varios reportajes periodísticos y gran aficionado de la lucha libre profesional. Llegó a integrar una gran colección de máscaras, que exhibía con orgullo.
En el MUREF, en las propias escuelas o en videoconferencias, Carlos Rocha atendió a miles de juarenses que conocieron, a través de sus palabras la historia y la cultura de la región.
“Quiero hacer un estudio sobre el edificio de la Escuela Superior de Agricultura Hermanos Escobar…”, me compartió un joven estudiante de Historia en la ENAH, sin dudarlo le ofrecí los datos de Carlos. “Es una persona muy amable y accesible, de inmediato se ofreció a ayudarme, aún sin conocerme”, me dijo el joven emocionado días más tarde.
Así fue siempre, accesible y afable. Con su chispa y su buen humor, Carlos nos contagiaba con su energía y su buena vibra.
El MUREF cuenta en una de sus salas, con una maqueta a escala de los edificios de Ciudad Juárez, a principios del siglo XX. Ahí, se lucía con su saber nuestro querido guía: “aquí -señalaba con un láser- estaba la Antigua Cárcel, y aquí, se encontraba el Cuartel Militar, y, de este lado…¡venden unos lonches de colita de pavo riquísimos!”, provocando la risa de todos los asistentes.
Se fue un gran promotor de la historia regional, un hombre al que le apasionaba el pasado, porque valoraba y disfrutaba cada momento de su presente.
Hasta siempre querido amigo.
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