MIERCOLES 24 DICIEMBRE 2025
POR: JACK RO
La pintura de Calderón está inscrita en el realismo fantástico, fusiona lo figurativo y lo simbólico. Sus obras evocan mitos, mariposas cósmicas y rostros fragmentados, creando mundos poéticos donde dialogan en un lenguaje visual profundamente evocador.
CD. JUAREZ, CHIH.-En el universo pictórico de Adela Calderón, lo real y lo imposible conviven en armonía. Su obra, inscrita en el realismo fantástico, fusiona elementos figurativos, surrealistas y simbólicos para construir escenas que oscilan entre lo cotidiano y lo extraordinario. Más que representar, Calderón reimagina: cada pintura es una ventana abierta al espíritu, una invitación a la introspección y al asombro.
Su pieza Pergamino en el cielo Tarahumara es ejemplo claro de esta propuesta. En ella, los signos visuales —mariposas cósmicas, rostros fragmentados, flores estelares— funcionan como códigos de transformación y libertad. La obra se convierte en metáfora de la memoria cultural y espiritual de la frontera, evocando tanto la tradición indígena como la universalidad del mito.
Desde mujeres-instrumento hasta músicos mitológicos, los personajes de Calderón se transforman en metáforas vivas de deseo, introspección y crítica social. La artista mexicana trabaja con una estética intuitiva y emocional, guiada por la magia, la mitología y la cábala, en composiciones que desbordan color, geometría y fragmentación. Su obra dialoga con figuras como Remedios Varo, Leonora Carrington y Rufino Tamayo, pero mantiene una voz propia: profundamente femenina, de la escuela surrealista mexicana y simbólica.
El contraste entre tonos cálidos y fondos oscuros genera tensiones entre lo visible y lo oculto, lo racional y lo intuitivo. Calderón no pinta imágenes: construye mundos. Y en ellos, el espectador no solo observa, sino que sueña, interpreta y se transforma.
Su propuesta artística, profundamente poética, desafía las fronteras entre géneros y estilos. En el contexto cultural de Ciudad Juárez, su pintura adquiere una dimensión especial: es propositiva, estética, afirmación identitaria y exploración espiritual. Pergamino en el cielo Tarahumara se convierte así en un manifiesto visual de resistencia cultural y de apertura espiritual, donde lo simbólico y lo mágico enriquecen la representación de la vida cotidiana.
El uso del color es fundamental: los tonos cálidos transmiten vitalidad y deseo, mientras que los fondos oscuros sugieren misterio y profundidad espiritual. La fragmentación de las formas y la fluidez de las composiciones refuerzan la idea de un mundo en constante movimiento, donde la identidad no es fija, sino proceso.
La pintura de Adela Calderón no busca representar la realidad tal cual es, sino reimaginarla y abrir espacios de reflexión estética y espiritual. Su propuesta es poética y crítica a la vez: convierte la imagen en un acto de memoria, resistencia y exploración cultural. En el contexto de Ciudad Juárez, su obra adquiere un valor especial, pues afirma la identidad fronteriza y la proyecta hacia un horizonte cosmopolita.
Con Pergamino en el cielo Tarahumara, Calderón nos recuerda que el arte no solo representa lo que somos, sino lo que podemos imaginar. Su pintura es un espacio de contemplación y transformación, donde el espectador participa activamente en la interpretación, convirtiendo cada cuadro en una experiencia profundamente evocadora.
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