
DOMINGO 27 JULIO 2025
PARTE 3
Surrealismo, refugio simbólico y crítico, cumple cien años articulando deseo, resistencia, y visión poética frente a lo real.
POR JACK RO
CD. JUAREZ, CHIH.- El surrealismo, tal como lo definió André Breton en su Primer Manifiesto (1924), se basa en el “automatismo psíquico puro”, una forma de liberar el pensamiento del control racional. La imagen es central, y lo onírico, lo simbólico y lo inconsciente son sus pilares expresivos.
En contraste, el arte conceptual —cuyos orígenes se remontan a Marcel Duchamp y se consolidan con artistas como Joseph Kosuth y Sol LeWitt— prioriza la idea sobre la forma. En muchas ocasiones, la obra física es prescindible. Mientras el surrealismo busca liberar el subconsciente, el arte conceptual cuestiona el sistema del arte mismo y sus estructuras institucionales.
Ejemplo: Una y tres sillas (1965) de Kosuth, donde el concepto desplaza la materialidad, frente a La persistencia de la memoria (1931) de Dalí, donde la imagen onírica es el vehículo del inconsciente.
El surrealismo explora el deseo, lo irracional y lo simbólico, mientras que el ecofeminismo artístico —inspirado en autoras como Françoise d’Eaubonne y Alicia Puleo— articula una crítica al patriarcado y al modelo extractivista que amenaza al planeta.
Ambos movimientos emplean metáforas visuales, pero el ecofeminismo tiene una agenda política y ecológica explícita. Artistas como Ana Mendieta o Cecilia Vicuña integran cuerpo, tierra y memoria en sus obras, generando una poética de la resistencia.
Ejemplo: Silueta Series de Mendieta, donde el cuerpo femenino se funde con la tierra, frente a El sueño de Venus (1939) de Dalí, donde el cuerpo es símbolo del deseo inconsciente.
El surrealismo emplea técnicas tradicionales como la pintura o el collage, pero con contenido disruptivo. El arte digital, en cambio, utiliza inteligencia artificial, realidad aumentada y redes sociales como medios y temas. Mientras el surrealismo explora el inconsciente humano, el arte digital indaga en el inconsciente colectivo de la era tecnológica.
Ejemplo: obras de artistas como Christian Schloe o Eugenia Loli, que fusionan estética surrealista con medios digitales, frente a los collages analógicos de Max Ernst.
El surrealismo es introspectivo, simbólico y frecuentemente estático. La performance, por el contrario, es efímera, corporal y muchas veces política. Marina Abramović, por ejemplo, convierte el cuerpo en campo de resistencia y vulnerabilidad.
Ambos pueden ser provocadores, pero mientras el surrealismo invita a la contemplación interior, la performance busca la acción directa y la participación del espectador.
Ejemplo: The Artist Is Present (2010) de Abramović, donde la presencia es el acto, frente a El gran masturbador (1929) de Dalí, donde la introspección se manifiesta en símbolos.
El surrealismo, lejos de ser un vestigio del pasado, sigue operando como una corriente subterránea en el arte contemporáneo. Aunque los movimientos actuales tienden a ser más interdisciplinarios, tecnológicos y políticamente explícitos, muchos artistas contemporáneos continúan utilizando el lenguaje surrealista para abordar el caos moderno, la ansiedad digital o la espiritualidad perdida. Esta persistencia demuestra que el inconsciente, lo simbólico y lo poético siguen siendo territorios fértiles para la creación y la crítica.
El legado del surrealismo en el arte contemporáneo es profundo, expansivo y aún palpitante. Aunque el movimiento como tal tuvo su auge en el siglo XX, sus ideas han echado raíces en múltiples disciplinas y continúan floreciendo en formas inesperadas.
El surrealismo rompió con la lógica y la razón como únicas vías legítimas de conocimiento. En la actualidad, muchos artistas contemporáneos siguen esa estela, explorando lo onírico, lo subconsciente y lo simbólico como fuentes válidas de creación.
Su influencia pervive en técnicas y procesos como el automatismo psíquico, el collage, el uso de símbolos personales y la yuxtaposición de elementos dispares, todos ellos convertidos en herramientas fundamentales del arte actual. Incluso en campos como el arte digital y la inteligencia artificial, se retoman estos métodos para generar imágenes que desafían la lógica establecida.
Numerosos creadores utilizan hoy el lenguaje surrealista para cuestionar la realidad social, política y ecológica. Lo irracional se convierte así en una forma de resistencia frente a un mundo que, a menudo, parece más absurdo que cualquier sueño.
El surrealismo contribuyó a desmantelar jerarquías tradicionales en el arte: lo bello, lo lógico, lo académico. Gracias a él, hoy el arte puede ser visceral, contradictorio, íntimo, caótico… y, aun así, profundamente significativo.
Lejos de ser un recuerdo del pasado, el surrealismo persiste como una corriente subterránea que continúa alimentando la creatividad contemporánea, como un sueño que nunca termina de despertar.
El surrealismo ha encontrado en el arte urbano un nuevo lienzo para expandir su lenguaje simbólico y onírico. Lejos de los espacios museísticos, ahora habita muros, callejones y fachadas, donde dialoga con el caos de la ciudad y la imaginación colectiva.
Artistas urbanos de todo el mundo han adoptado el surrealismo para crear murales que desafían la lógica y la percepción. Figuras distorsionadas, paisajes imposibles, criaturas híbridas y escenas oníricas emergen en espacios públicos, invitando al transeúnte a detenerse y cuestionar la realidad cotidiana.
Estos artistas tienen Accesibilidad pública y democratizan el arte, eliminando filtros o entradas. El impacto visual en las imágenes surrealistas capturan la atención de manera inmediata. Su lenguaje simbólico: permite expresar críticas sociales, ecológicas o existenciales con una carga poética y ambigua. Su activismo ambiental: fusiona el surrealismo con denuncias sobre la crisis ecológica, generando escenas de ensueño cargadas de sentido.
Uno de los exponentes más notorios es Jean-Marie Gitard (Mr. STRANGE), quien fusiona lo absurdo con lo político en murales que parecen extraídos de un sueño lúcido.También se han incorporado técnicas de arte 3D y perspectiva forzada, transformando el espacio urbano en escenarios de trampantojo surrealista.
En el arte urbano contemporáneo, el surrealismo ha dejado de ser exclusivamente introspectivo: ahora es también colectivo, político y ecológico. Se convierte en una forma de resistencia visual frente a la homogeneidad urbana, una grieta por donde se cuela lo mágico, lo imposible y lo profundamente humano.
El texto ofrece una visión holística del surrealismo como fenómeno transdisciplinar que excede los límites de una corriente artística para posicionarse como una cosmovisión crítica y simbólica. Se destaca su arraigo en el psicoanálisis, la filosofía y la literatura, subrayando su capacidad para alterar la percepción de la realidad tanto a nivel individual como colectivo. La riqueza teórica se ve reforzada por un recorrido histórico que conecta los orígenes del surrealismo con su reinterpretación en el arte contemporáneo. La propuesta plantea que, más que un estilo, el surrealismo es un lenguaje de resistencia estética y ontológica frente a la racionalidad hegemónica.
Si bien el texto demuestra un manejo profundo del tema y una prosa densa y poética, en algunos tramos el estilo puede tornarse excesivamente abstracto, dificultando la accesibilidad para lectores no especializados. También podrían integrarse ejemplos visuales o referencias a obras concretas que permitan una conexión más directa entre teoría y práctica artística. Además, al ser un texto con fuerte densidad conceptual, podría beneficiarse de una división más clara entre secciones para facilitar su lectura.
Desde una mirada crítica externa, el texto presenta una defensa apasionada del surrealismo, pero podría incorporar también algunas visiones disidentes o límites del movimiento, como sus tensiones internas (por ejemplo, la relación conflictiva entre algunos de sus fundadores y ciertas artistas mujeres), o su recepción desigual fuera del contexto eurocéntrico. Esto enriquecería aún más el análisis, permitiendo un acercamiento más plural y menos idealizado del movimiento.
El texto constituye un aporte valioso para comprender al surrealismo como algo más que una estética: como una actitud crítica ante el mundo y una forma poética de conocimiento. A lo largo de un siglo de existencia, su espíritu ha mutado, pero no ha muerto. Lejos de quedar relegado al museo de las vanguardias, el surrealismo sigue vivo en los pliegues del arte contemporáneo y en toda tentativa por habitar el mundo desde el deseo, el símbolo y el inconsciente.
En ese sentido, tu reflexión se inserta en esa misma tradición: la de aquellos que, como soñadores lúcidos, buscan grietas en la realidad para mirar (y crear) más allá de ella.



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