POR: FRANCISCO ORTIZ BELLO.
Dice una conseja popular que lo que la sociedad da sus niños, éstos lo regresan después a la sociedad cuando son adultos de modo que, si reciben atención, orientación, disciplina y sobre todo amor, seguramente eso mismo es lo que aportarán a la sociedad.
El problema se presenta cuando esos niños reciben todo lo contrario y, ya de adultos, cobran revancha arrebatándole a la sociedad lo que les negó de niños, convirtiéndose en verdugos implacables.
El pasado 11 de diciembre, el portal web de noticias Valor por Tamaulipas publicó una nota titulada “Mini tropita del Infierno sin miedo a morir; los nuevos sicarios del CDN” y al leerla me estremeció su contenido.
Citaré textualmente algunos párrafos de la nota: “Surgen nuevos soldados de ‘Elite’ del Cartel del Noreste, menores de edad que a lo mucho llegan a 15 años en una organización criminal donde el único requisito es perder su vida en algún enfrentamiento (no tener miedo a morir).”
“Cada día desertan de sus estudios escolares adolescentes que son engañados o mal informados sobre la organización criminal a la que son convencidos para iniciar de halcones ‘vigilando el punto’ de las movilizaciones terrestres que autoridades realizan en la ciudad por 1,500 pesos a la quincena.”
Quedé horrorizado con la información. Niños convertidos en matones a sueldo. Niños que, en lugar de estar jugando, estudiando o siendo bien formados, reciben cualquier cantidad de dinero a la quincena para asesinar personas. Las fotografías que acompañan la nota periodística son para arrugarle el corazón a cualquiera ¿En qué clase de sociedad nos hemos convertido para permitir que eso ocurra?
En qué clase de personas nos estamos convirtiendo al tolerar o incluso facilitar, por omisión e indiferencia, que niños mexicanos trunquen su inocencia de esa forma, porque lo que ocurre en Tamaulipas no se puede entender como algo que pasó así de pronto. Esos niños no despertaron ese día diciendo “queremos ser sicarios”, por supuesto que no.
Antes de llegar a ese lamentable punto, hay todo un proceso previo de descomposición social muy importante. Seguramente son niños sin familia o con familias disfuncionales, muchos de ellos quizá hayan sufrido casos de violencia intrafamiliar, o sean hijos de padres divorciados, las posibilidades y las causas son infinitas lo grave es que el problema existe, ya detonó, ya hizo crisis, y ahora esos niños andan por las calles matando gente por unos cuantos pesos, pero lo más grave es que así le cobrarán a la sociedad que los ignoró, que los abandonó a su suerte. A su mala suerte.
Eso que hoy ocurre en Tamaulipas se puede contagiar a otras entidades del país, es como un cáncer que si no es atendido oportuna y suficientemente se esparce por todos los órganos vitales del cuerpo, llevando irremediablemente a la muerte. Todavía es tiempo de hacer algo, lo más probable es que se pueda hacer poco o nada por esos niños que conforman ese cártel, lo más probable es que terminen muertos en alguna balacera entre grupos antagónicos, o encarcelados, pero si continuamos con la indiferencia social y la apatía de los gobiernos eso mismo puede ocurrir en otras entidades, y se puede empezar a propagar rápidamente.
La pobreza, la desintegración familiar, la violencia en el seno del hogar, la ignorancia, suelen ser las principales causas para inducir a los jóvenes y niños en la delincuencia, pero no son las únicas quizá la más importante o determinante sea la falta de políticas públicas acordes con la dimensión de la problemática, que atiendan oportuna e integralmente a los pequeños en condiciones de precariedad, ya esa es precisamente su más grande vulnerabilidad.
El portal informativo tamaulipeco termina con este párrafo: “Envían imágenes de niños menores bien empecherados con uniformes de soldados con sus ‘cuernos de chivo’ en la mano mostrando que están listos ‘Pal Topon’ donde la mayoría de sus padres apoyan esta ‘noble labor’ de sus hijos.” Sin exagerar un ápice ¡de terror!
Quizá podamos creer que Tamaulipas está muy lejos, que eso no puede ocurrir en nuestra ciudad, pero no es así. Porque lo que ocurre allá tiene sus orígenes en causas y condiciones que también se repiten en Juárez y en muchas otras ciudades del país.
Así que más nos vale revisar los hechos y atender el problema de frente, o pronto veremos más niños convertidos en demoníacos sicarios segando vidas a balazos. O actuamos o perderemos a la niñez de México.
TIMING POLÍTICO.
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