octubre 19, 2025

Timing Político

La política tiene su propio Timing

EL DERECHO A LA VIDA…Y A LA MUERTE.

Por: Jesús Avila Ventura.

El aborto y la eutanasia siempre han sido temas polémicos en todo el mundo, en especial en México, país en donde poco más del 80 % de su población es católica; religión que ha sentenciado a todo aquel que los practique a padecer el castigo divino al considerarlos “una culpa moral”, y por ende, “un pecado” que se castiga hasta con la excomunión.

El Papa Francisco denunció la existencia de una «falsa compasión» para justificar la ayuda a procurar la eutanasia a un enfermo, y aseguró que se trata de «un pecado contra Dios creador».

Pero más allá de la postura religiosa, se encuentra la discusión del aspecto legal y social que conlleva el practicar o no el aborto y la eutanasia. Todavía hasta el siglo pasado, practicarlos era solamente una cuestión moral, pero ya entrado el siglo XXI, éstos se han ido convirtiendo en un derecho que tiene todo ser humano para decidir libremente lo que más convenga a su cuerpo.

Pues bien, estas son las dos grandes posturas que hoy en día se debaten en los medios de comunicación, foros ciudadanos, Congresos y Senados en donde se busca su legalización. En el caso del aborto, ya son 33 países en donde se ha legalizado, mientras que la eutanasia es legal en cinco países.

Las leyes sobre aborto varían drásticamente en todo el mundo. En algunos países es una decisión personal, en otros es completamente ilegal y en muchos países los abortos solo se aceptan en ciertas situaciones, como malformaciones fetales, en casos de violación o de que la vida de la madre corra peligro.

En México la única entidad que permite a las mujeres interrumpir su embarazo de manera legal, sin importar la causa, es la capital; mientras que la eutanasia no está permitida en ningún estado de la república.

La discusión está totalmente polarizada en México porque, tanto el aborto como la eutanasia, se han discutido desde dos puntos de vista muy radicales, y en ambos casos, dejando fuera el aspecto social e incluso más humanitario de las vidas que están discutiéndose.

¿A caso todo aquel que defiende vehementemente el derecho a la vida, en los casos de abortos, han pensado en la vida de esas mujeres que, por evitarlo, han  muerto durante el parto? ¿Han contemplado las vidas de cientos de mujeres que mueren por practicarse un aborto clandestino, muchas de ellas  adolescentes? ¿o de aquella joven que falleció por no interrumpir un embarazo de alto riesgo?

¿Si han analizado el destino de miles de niños de esas madres que fueron obligadas a dar a luz pese a que fueron engendrados producto de una violación? Si en los casos donde los hijos nacen deseados y dentro de un seno familiar son maltratados y explotados, ¿Qué se puede esperar de uno no deseado?

Esa caridad y justicia que se predica pocas veces se ve apoyando a esas madres solteras, a esos niños que ahora viven las calles, en medio de la mendicidad y hasta en las garras de la delincuencia; niños que en su momento la sociedad defendió su “derecho a nacer” y que ahora esa misma sociedad clama sean castigados y condenados muerte.

En el caso de la eutanasia, la situación es sencilla: es la misma persona la que decide poner fin a su existencia dado a que padece una enfermedad terminal, por lo cual resulta incongruente que alguien ajeno y sin pleno conocimiento de la situación, exija que siga vivo ya que interrumpirla seria “»un pecado contra Dios creador».

Y las preguntas vuelven: ¿son empáticos con el enfermo y sus familiares? ¿A caso, saben del sufrimiento que le provoca esa enfermedad al paciente?, ¿Del desgaste físico y económico que implica mantener artificialmente a su ser querido y saber que de todas formas va a morir en medio de dolores intensos y prolongados? ¿A caso esos opositores a la eutanasia aportan dinero para pagar los miles de pesos que cuesta la hospitalización y los medicamentos?

Para proseguir con este debate de si se aprueba o no este derecho a la vida y el derecho a la muerte, primero deben responderse todas estas interrogantes, pero de manera objetiva, libre de fanatismos y cualquier prejuicio religioso; de lo contrario, los próvida estarían pecando de lo que acusan, o sea, también estarían decidiendo por unas vidas que no les corresponde a ellos.

Si lo que se busca es salvar vidas, entonces, como Gobierno y Sociedad, no hay que criminalizar el aborto, sino crear los medios y recursos necesarios para que esas madres den a luz con seguridad y cuenten con todo el apoyo psicológico que requieren, asimismo para que esos niños no deseados no terminen en la calle, en la cárcel o muertos, sino sean dados en adopción.

En cuanto a la eutanasia no hay vuelta de hoja, es una decisión que toma el mismo paciente de manera consiente y justificadamente, o en su caso, por algún familiar que obra por amor y porque ya no hay otra alternativa.

El debate está en la mesa y no debe postergarse más, ya que no es válido seguir asumiendo una actitud egoísta. Nadie puede decidir por la vida de los demás y luego esconder la mano y deslindarse del fenómeno social que provocan.

 

TIMING POLÍTICO.

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