POR: LIC. GILBERTO MIRANDA
El radicalismo es una corriente política que defiende cambios drásticos y profundos en la estructura social, económica y política de un país. Los radicales creen que las soluciones a los problemas requieren cambios profundos y rápidos, y generalmente se oponen a las reformas graduales y evolutivas.
El radicalismo puede tomar diferentes formas y puede ser de izquierda o de derecha. Por ejemplo, el radicalismo de izquierda defiende la igualdad social y económica, y aboga por la abolición del capitalismo y la creación de una sociedad socialista. Por otro lado, el radicalismo de derecha defiende la supremacía de una raza, nación o grupo social y se asocia con el nacionalismo, el autoritarismo y el fascismo.
En ambos casos, el radicalismo es perjudicial para la democracia y las libertades individuales, ya que implica la limitación de los derechos y libertades civiles y la concentración del poder en manos de unas pocas personas o grupos. Por esta razón, es importante que se aborden los desafíos sociales, económicos y políticos de manera sensata y equilibrada.
Actualmente, nadie es tan radical como parece. Nadie. El oficialismo es socialista, pero no tan socialista. Mientras que la oposición es capitalista, pero no tan capitalista. En ambos bandos quieren conservar el estatus que tienen, lo único que han hecho es lavarse la cara, para intentar dar otra imagen.
Existe un falso radicalismo, todos dan la impresión de ser de ideologías extremas y, la realidad, es que ni para eso tienen talento. Se requieren de enormes convicciones políticas, sociales, económicas, culturales e ideológicas tanto para destruir como para construir.
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