octubre 17, 2025

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¿Qué diferencia existía entre el Mictlán mesoamericano, el infernus hebreo y el Hades griego?

Representación pictórica del infierno

POR JACK RO

JUEVES 20 MARZO 2025

El Mictlán es el lugar al que descendían las personas que no había sido elegidas por Sol (Tonatiuh) o por Tlaloc, el Dios de la Lluvia. Para llegar a su lugar de descanso, tenían que pasar por una serie de pruebas, de lo contrario, desaparecían.
En la tradición judía, el Gehena es un lugar o estado asociado con purificación y expiación, más que un infierno eterno como se describe en otras religiones. Es visto como un proceso temporal donde las almas reflexionan sobre sus acciones y se preparan para la vida después de la muerte.
En la mitología griega, Hades es tanto el nombre del dios del inframundo como el del lugar donde residían las almas de los muerto. El inframundo, también llamado Hades, se dividía en varias regiones, como el Elíseo (para los virtuosos) y el Tártaro (para los condenados).

CD. JUAREZ, CHIH.- El Mictlán (Mesoamericano): Era un lugar de descanso y transformación en el inframundo para los muertos comunes. No se asociaba con castigos eternos, sino con un arduo viaje espiritual a través de nueve niveles para alcanzar la paz final. Tenía una función más neutral y vinculada a ciclos de vida y muerte.

En las culturas mesoamericanas, el inframundo era un concepto central relacionado con la muerte, la espiritualidad y la conexión con lo divino. Aunque hay variaciones entre las culturas (como los mayas, mexicas y zapotecas), estas son algunas de las características comunes:

Para los mexicas (aztecas), el inframundo se conocía como Mictlán, el lugar al que iban la mayoría de las almas después de la muerte. Se creía que Mictlán estaba compuesto por nueve niveles, y el viaje para atravesarlos era arduo y lleno de desafíos. Al final del recorrido, el alma llegaba ante Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, los dioses del inframundo. Este proceso tomaba varios años y simbolizaba un ciclo de transformación y liberación.

Para los mayas, el inframundo se llamaba Xibalbá, que significa «lugar del miedo». Era habitado por deidades y entidades asociadas con la muerte, la enfermedad y el sufrimiento. Según el Popol Vuh, los señores de Xibalbá sometían a los espíritus a pruebas y desafíos. Sin embargo, Xibalbá no era solo un lugar de castigo, sino un espacio conectado al renacimiento y los ciclos de la naturaleza.

El inframundo estaba estrechamente vinculado con el ciclo de la vida y la muerte. Lugares como cuevas, cenotes y montañas se consideraban entradas al inframundo, y se realizaban rituales en estos sitios para conectar con los dioses o las almas de los difuntos. Estas culturas veían la muerte no como un final, sino como una transición hacia una nueva etapa de existencia.

Destino del Alma: No todas las almas iban al mismo lugar. Algunas, como los guerreros muertos en batalla, las mujeres que morían en parto o las víctimas de sacrificios, tenían destinos especiales como el Tlālōcān (lugar del dios Tláloc) o el Tonatiuh Ichan (la casa del Sol).

El inframundo mesoamericano era, en esencia, un espacio de transformación y conexión espiritual, más que un lugar de castigo eterno.

En las culturas mesoamericanas, el inframundo era un concepto central relacionado con la muerte, la espiritualidad y la conexión con lo divino. Aunque hay variaciones entre las culturas (como los mayas, mexicas y zapotecas), estas son algunas de las características comunes:

Mictlán en la Cultura Mexica: Para los mexicas (aztecas), el inframundo se conocía como Mictlán, el lugar al que iban la mayoría de las almas después de la muerte. Se creía que Mictlán estaba compuesto por nueve niveles, y el viaje para atravesarlos era arduo y lleno de desafíos. Al final del recorrido, el alma llegaba ante Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, los dioses del inframundo. Este proceso tomaba varios años y simbolizaba un ciclo de transformación y liberación.

El Infernus (Hebreo/Cristiano): Adoptado de tradiciones como el concepto hebreo de Sheol y reinterpretado en el cristianismo, era un espacio de tormento eterno para los pecadores y aquellos alejados de la fe. Aquí predominaba la idea de juicio moral, recompensa o castigo divino.

Así, la principal diferencia radica en cómo cada uno aborda la vida después de la muerte: el Mictlán como una transición y ciclo, el infernus como castigo o recompensa, y el Hades como una morada general de los fallecidos.

La principal diferencia radica en la naturaleza moral y estructural de ambos conceptos. Mientras que el Sheol no discrimina según la moralidad, el Hades es un sistema más complejo con divisiones para recompensas y castigos.

Ambos conceptos se relacionan con el más allá, el Sheol o «infernus hebreo» y el Hades griego tienen diferencias significativas debido a sus contextos culturales y religiosos.

Sheol (Hebreo): En la tradición hebrea antigua, el Sheol es un lugar sombrío donde van los muertos, sin importar si han sido justos o pecadores. No es un lugar de recompensa ni castigo, sino más bien un «reino de sombras» en el que los difuntos están separados de los vivos y de Dios. Es un concepto más neutral y no está necesariamente vinculado a un castigo eterno.

Hades (Griego): En la mitología griega, el Hades también es el lugar donde residen los muertos, pero tiene una estructura más elaborada. Está dividido en regiones como los Campos Elíseos (para las almas virtuosas), el Tártaro (para el castigo de los malvados) y el Asfódelos (para las almas comunes). Además, Hades también es el nombre del dios que gobierna este reino. Aquí, el destino del alma depende de sus acciones en vida.

La concepción de la vida después de la muerte en el judaísmo es diversa y ha evolucionado a lo largo de los siglos. En general, no hay un consenso único, ya que las distintas corrientes del judaísmo (como el judaísmo ortodoxo, conservador, reformista y otros) tienen enfoques variados.

En la Biblia Hebrea (Tanaj): Las primeras referencias en la tradición judía, especialmente en la Biblia Hebrea, son vagas respecto a la vida después de la muerte. Se menciona el Sheol, un lugar sombrío donde van todos los muertos, pero no hay un énfasis en el juicio o en una vida futura plena. La atención estaba más centrada en la vida presente y en la relación con Dios en el aquí y ahora.

En el Judaísmo Rabínico, desarrollaron ideas más elaboradas sobre la vida después de la muerte, influenciados en parte por contactos con otras culturas como la griega y la persa. Conceptos como la resurrección de los muertos (tehiyat hametim) y el Olam Ha-Ba («Mundo Venidero») toman importancia. Se entiende que los justos serán recompensados en el Olam Ha-Ba y que habrá un juicio divino.

El Gan Eden y el Guehinom: El judaísmo rabínico también introduce ideas de un paraíso espiritual, el Gan Eden, donde las almas justas descansan, y el Guehinom, un lugar de purificación para las almas antes de entrar al Gan Eden. Cabe destacar que el Guehinom no es equivalente al infierno cristiano, ya que se considera un proceso temporal y no eterno.

En términos generales, el judaísmo pone un fuerte énfasis en vivir una vida ética y en cumplir con las mitzvot (mandamientos) en este mundo, dejando que las cuestiones sobre el más allá estén en las manos de Dios.
El Hades (Griego): Representaba un reino sombrío donde iban todos los muertos, sin importar su virtud, aunque con subdivisiones como los Campos Elíseos (para los justos) y el Tártaro (para los malvados). Era más un dominio universal de los muertos que una concepción moralizada del destino.

Los Campos Elíseos simbolizaban la recompensa final para los héroes y los justos, un lugar lleno de paz y felicidad eterna. El Tártaro, en contraste, era un lugar sombrío reservado para los castigos más severos, especialmente para los que habían cometido actos atroces o desafiado a los dioses.

El área neutra a la que te refieres, conocida como la llanura de los Asfódelos, era un espacio donde las almas comunes residían en una existencia sin penas ni recompensas especiales. Este enfoque más equilibrado destaca cómo los antiguos griegos veían la muerte no solo como un fin, sino también como un reflejo de las vidas vividas, con matices entre el bien y el mal.

Los Campos Elíseos y el Tártaro son polos opuestos en el Hades dentro de la mitología griega, y su contraste es fascinante. El Campos Elíseos, Es un lugar idílico, considerado el paraíso dentro del Hades, destinado a los héroes, los virtuosos y aquellos que llevaron una vida excepcionalmente justa. Se describe como un lugar de paz, felicidad y belleza, lleno de luz y donde las almas disfrutan de una existencia tranquila y placentera. A menudo relacionado con la recompensa eterna para quienes obtuvieron el favor de los dioses.

El Tártaro en cambio es un lugar sombrío y aterrador, ubicado en las profundidades del Hades, incluso más abajo que el propio Hades. Reservado para los malvados y para aquellos que cometieron crímenes graves, así como para los enemigos de los dioses (como los Titanes). Un sitio de castigo eterno, donde las almas sufren tormentos perpetuos.

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