octubre 10, 2025

Timing Político

La política tiene su propio Timing

TODES AL ABISMO

Cartapacio

VIERNES 10 OCTUBRE 2025

Raúl Ruiz

En algún rincón del mundo, y desde luego en México, donde los pronombres se reproducen como conejos y los sustantivos se sienten oprimidos por el masculino genérico, nació la revolución del lenguaje inclusivo.

No fue en una barricada ni en una asamblea popular, sino en un taller de “deconstrucción fonética para el alma”.

Ahí, entre infusiones de hibisco y manifiestos en Comic Sans, se gestó la idea: si cambiamos la “o” por “e”, el patriarcado se derrumba.

Así apareció todes, la vocal mesiánica.

Prometía redención, visibilidad, justicia gramatical. Pero como todo mesías, llegó con apóstoles y con símbolos.

  • Los apóstoles del morfema redentor.

Primero, el Gramático Apocalíptico, que vio en “compañere” el cuarto jinete del Apocalipsis.

Luego, la Activista Neológica, que gritaba “¡No soy tu amiga, soy tu amigue!” mientras corregía a su abuela en la sobremesa.

Y por supuesto, el Político Camaleónico, que en campaña decía “todas, todos y todes” pero en privado pedía que le tradujeran el boletín.

El Ciudadano Confundido, mientras tanto, se preguntaba si “persona gestante” era un Pokémon o un nuevo cargo en el cabildo.

  • La gran performance inclusiva.

En Juárez, tierra de contradicciones y semánticas en guerra, el lenguaje inclusivo se volvió un ritual: cada “e” pronunciada era una genuflexión ante el altar de la corrección.

Pero como todo ritual, pronto se vació de sentido. Se decía “todes” en los discursos, pero se despedía a las trabajadoras por embarazarse.

Se escribía “niñes” en los carteles, pero se ignoraba a los niños reales que pedían apoyo en los semáforos.

La inclusión se volvió un holograma: visible, brillante, pero intangible. Un espejismo gramatical que no tocaba la realidad.

  • Rumorología inclusiva

Se rumora que el regidor usó “alumnado” para evitar decir “alumnas y alumnos”, pero luego dijo “los estudiantes” como quien se rinde ante el peso del hábito.

Se dice que la diputada dijo “compañere” en sesión, pero luego votó en contra de la ley de identidad de género.

El lenguaje, como siempre, fue máscara, no espejo.

Conclusión:

El lenguaje inclusivo, en su versión más performativa, no incluyó: entretuvo.

Fue una coreografía de vocales bienintencionadas, pero incapaces de tocar el hueso del poder.

En CJTOWN, lo sabemos: la semántica sin ética es solo maquillaje.

Y en Juárez, donde la realidad no se deja corregir por decreto, el lenguaje inclusivo se volvió eso que tanto critica: una forma de invisibilizar, pero con buena intención, porque aquí tenemos nuestro propio slang.

Acá tenemos: Pantunflas, pantaloneras, trocas, la morrita, el cantón, los moyotes, las winnis, y otras expresiones más.

En Chihuahua, la gobernadora, sólo por joder, dispone que se excluya de las escuelas la impertinencia del lenguaje «inclusivo». Y muchos la apoyamos.

A través del congreso se sale del huacal, para darle un gancho al hígado a la presidentA, por cierto COMANDANTA de las fuerzas armadas de México.

Lo lamentable es que sea así, sólo por llevar la contra.

¿Qué implica el lenguaje inclusivo?

  • Evita el uso del masculino genérico: En lugar de decir “los alumnos”, se propone “alumnas y alumnos” o “alumnado”.
  • Incorpora formas neutras: Como “todes”, “amig@s” o “todxs”, especialmente en contextos informales o activistas.
  • Reconoce la diversidad: Incluye a personas no binarias, transgénero y otras identidades que no se sienten representadas por el binarismo hombre/mujer.
  • Debate y controversia.
  • A favor:
  • Refleja una sociedad más diversa y equitativa.
  • El lenguaje es dinámico y evoluciona con los cambios culturales.
  • Es una herramienta de visibilidad y protagonismo para grupos históricamente marginados.
  • En contra:
  • Algunos lingüistas y académicos argumentan que dificulta la comprensión. Apúntenme entre ellos.
  • La Real Academia Española (RAE) no lo reconoce oficialmente.
  • Se considera innecesario o una alteración arbitraria del idioma.

En Juárez y Chihuahua
El tema ha generado polémica en espacios educativos y políticos.

Mientras algunas universidades y colectivos lo promueven, otros sectores lo rechazan por considerarlo una imposición ideológica o una amenaza a las normas del español. Apúntenme también aquí.

  • Mientras tanto, la Constitución.

El artículo 3° constitucional establece la obligación de impartir educación inclusiva y equitativa, pero en ningún renglón ordena el uso del “lenguaje inclusivo” como requisito indispensable de dicha inclusión.

La educación inclusiva va más allá; intenta que el equilibrio social se logre mediante contenidos de cohesión, trato igualitario y eliminación de prejuicios, no mediante la alteración morfológica del idioma.

Además, la educación pública debe sustentarse en el conocimiento científico y en el respeto a la verdad, no en tendencias ideológicas o modas lingüísticas.

En un texto de Jorge Espinoza, leí que:

«La imposición de un lenguaje ideologizado violaría precisamente el principio de neutralidad ideológica del Estado, derivado del artículo 24 constitucional, que protege la libertad de conciencia».

Hay mucho por discutir sobre el tema.

Por lo pronto la presidenta hizo coraje. Trae el sentido feminista demasiado alterado.

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